La izquierda chilena debe reflexionar profundamente sobre las causas de su derrota.
"Es hora de que nos olvidemos del legado de la Nueva Mayoría y retomemos la senda de las buenas políticas públicas."
Si Piñera logra convertirse en más que un paréntesis en una larga trayectoria política nacional dominada de manera aplastante por la izquierda, se erigirá, plausiblemente, como el político chileno más relevante de la primera mitad de este siglo: uno que logró definitivamente torcer la porfiada mano de la historia para comenzar a escribirla desde la derecha.
Probablemente Alexis entiende mucho mejor que para favorecer el desarrollo de oportunidades es necesaria una política que favorezca la gobernabilidad y la divergencia democrática.
Lo peor que podemos hacer es confiarnos de que el peligro ya pasó y que no queda muchísimo trabajo por delante. Si nos damos por ganadores hoy y nos relajamos, estaremos nuevamente en cuatro años más rezando por evitar el desastre y, en esa oportunidad, tal vez sí terminemos totalmente perdidos.
Piñera puede ser el nuevo jugador, pero la cancha en la que juega es la que dibujó Bachelet.
Claridad, audacia y transparencia son tres direcciones en que avanzar. Pero hay un asunto más: como mostró el Frente Amplio, no se puede esperar a que los adversarios cedan el poder para tomarlo. Se requiere determinación en el objetivo, algo que la nueva derecha deberá entender, para poder disputar realmente el mapa del poder palo a palo con el rival.
"Bertrand Russell dijo que había ciertos deseos que son cruciales para la política: codicia, rivalidad, vanidad y amor al poder".
"La idea de meter la mano planteada por Alejandro Guillier se basa en la concepción del Estado como un ogro filantrópico que es dueño de las personas y del producto de su trabajo, y por tanto tiene la facultad de confiscarles su propiedad y disponer de ésta cuando se le ocurra y para los fines que determine."
La vieja izquierda se equivoca al ningunear hoy al centro para conseguir los votos de la nueva izquierda.
La libertad es 'el fin politico más elevado' y eso significa que debemos estar dispuestos a reclamar su superioridad moral.
¿Por qué, si Hitler y Stalin fueron ambos líderes igualmente genocidas y criminales, el primero causa mucho más rechazo que el segundo?
El populismo surge en sociedades cuyos cimientos democráticos, su cultura democrática, están mermados no solo por la acción de élites y oligarquías irresponsables, sino por la apatía política creciente de los ciudadanos.
El fascismo es casi idéntico al socialismo. Y como el socialismo, el fascismo se opone también radicalmente al capitalismo.
Las ideas del Frente Amplio no tienen nada de nuevas y revolucionarias, como nos quieren hacer creer; más bien son las viejas políticas fracasadas del siglo XX que, por lo demás, fueron las causantes de las guerras, masacres y miserias más grandes de nuestro tiempo. Son el conocido camino al socialismo.
Beatriz Sánchez o Mayol demostraron en su debate televisivo que no entienden que las necesidades son ilimitadas y los recursos escasos.
Es un error creer que para los votantes su propio bienestar material ya no es importante y que están listos para entregarse a fines más nobles, alejados del materialismo, como la consecución de utopías de igualdad.
La paradoja de estos proyectos es que sus impulsores manifiestan que sus planes proponen lograr la libertad y la democracia.
La responsabilidad no es solo cumplir la ley o pretender, retóricamente al fin y al cabo, ir más allá de ella para satisfacer a la masa o la propia vanagloria personal. También se requiere algo esencial, el temple para poder decir: aquí me detengo.
En momentos en que Chile entra en la pendiente sin fondo del populismo, rescatar a Friedman no es un gusto académico, sino una necesidad.
«El progreso no es una bendición ininterrumpida.
A menudo viene con sacrificios y luchas.»