Se acerca el momento de decidir si se prefiere un país con libertad, sensatez política y económica, o uno arruinado por el engaño del autoritarismo y del populismo.
Cuando un liberal clásico habla de la importancia de las instituciones, no lo hace de manera trivial. En realidad, se refiere a algo más profundo: las instituciones son «el resultado de actos humanos y no la ejecución de un designio humano», como bien señaló Adam Ferguson siglos atrás.
Los acontecimientos que en los últimos días hemos podido apreciar en Chile conllevan una multiplicidad de expresiones, entre las cuales también se encuentra una especie de desdén normativo que menosprecia todo lo existente, incluso en términos institucionales, como si aquello fuera del todo inútil o inmoral.
Ojalá sepamos aprender de esta triste lección y no nos dejemos embaucar por quienes frívolamente reparten seguridades, derechos y gratuidades como si sólo dependiesen de la varita mágica de quienes gobiernan.
«El progreso no es una bendición ininterrumpida.
A menudo viene con sacrificios y luchas»