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Reportaje

La mayoría de los chilenos prefiere la democracia por sobre cualquier otra forma de gobierno. Esa es la gran noticia de la segunda edición de la Encuesta de Valores Democráticos. Pese a los sentimientos antipolíticos, la encuesta, hecha por la Fundación para el Progreso y Criteria Chile, indica que el 75% de los chilenos sigue inclinándose por la alternativa democrática, resistiéndose a opciones autoritarias.

Pero, ante la pregunta: «¿Qué entiende el chileno por democracia?», las respuestas muestran una concepción diferente de lo que realmente es una democracia y, con mayor precisión, lo que es una democracia liberal. La idea de los chilenos se acerca más a lo que sería una democracia directa -y sin limitaciones constitucionales-, relacionándola solo a la existencia de elecciones, e incluso, a “estilos o formas de vida”.

Solo para el 17% de los chilenos la frase: “el poder de los gobernantes debe ser limitado” representa mejor la idea de democracia, dato que se suma al descenso de personas -del 52% al 48%, entre 2020 y 2021- que consideran importante que los poderes sean independientes. Esta última apreciación acentúa su descenso a 35% entre los más jóvenes -de 18 a 29 años-, una diferencia generacional en opiniones que se repite en otras materias como violencia, tolerancia y la importancia de diferentes derechos como libertad de expresión y la propiedad.

Esta concepción de democracia ilimitada se vincula a interpretaciones populistas.Para Cristián Valdivieso: «la gente tiene una visión respecto de los liderazgos como habilitados para hacer lo que quieran en función de dar cuenta a las demandas de los ciudadanos, no hay ideologías sino ganas de que los gobiernos hagan lo que la ciudadanía quiera», manifiesta el director de Criteria.

Democracia ilimitada y populismo

Profundizar la participación de esta manera, sin creer en la representación ni los límites constitucionales, solo abre la puerta hacia escenarios políticos peligrosos: «El populismo, con las mismas reglas democráticas, termina pervirtiendo la democracia. En nombre de ésta se erosionan las instituciones, creando así el escenario para gobiernos autoritarios», indica Eugenio Guerrero, director de Divulgación FPP.

«Esta versión de democracia ilimitada terminan haciendo ascender a líderes populistas e iliberales, los que prometen hacer lo que la mayoría -o el “pueblo”, homogéneo y bondadoso- quiera, anteponiéndola a una supuesta elite, también homogénea, pero toda corrupta. Se presentan ellos como los representantes del “pueblo”», advierte Fernando Claro, director Ejecutivo de FPP. Para él, así es como los «populistas empiezan a distorsionar la democracia liberal desde adentro, utilizando sus mismas reglas, pero destruyendo poco a poco las libertades individuales».

En la misma línea, Axel Kaiser, en su libro El engaño populista, explica que no hay ningún líder caudillista o totalitario socialista de la región latinoamericana que no haya llevado a cabo su programa de demolición institucional sin ponerle la etiqueta de “democrático”. «En los casos más recientes, como los de Venezuela, Ecuador, Bolivia y Nicaragua, se han justificado los proyectos de concentración de poder bajo el pretexto de que son democráticos porque el pueblo así lo quiere», enfatiza.

Este hecho que se confirma en discursos de personajes como Pablo Iglesias, exsecretario general de Podemos en España, que abiertamente ha confesado el uso exclusivamente propagandístico de la democracia. «La palabra democracia gusta, por lo tanto, habrá que disputársela al enemigo cuando hagamos política. La palabra dictadura no gusta nada, aunque sea la del proletariado, aunque esta sea la máxima expresión de la democracia», destaca.

Peligrosa ecuación en Chile

Pese a las advertencias, la crisis de representación política en el país ha hecho surgir liderazgos que buscan sacar provecho de esta, profundizando el problema al divulgar la idea de que la democracia y el poder deben ser ilimitados. Daniel Stingo, panelista de televisión y ahora convencional constituyente, ha sido uno de los principales defensores de esta manera de ver la democracia, como lo dijo en Estado Nacional, programa de TVN, el domingo 23 de mayo: «Los grandes acuerdos los vamos a poner nosotros y los demás tendrán que sumarse, porque nosotros ganamos y somos los que representamos a la gente».

Estas posiciones encuentran apoyo mayoritario en el país: el 67% de los chilenos considera para Chile positivo o muy positivo un liderazgo que encarne los anhelos de la mayoría y que pueda corregir el sistema político, a pesar de las restricciones de los partidos e instituciones.Ecuación peligrosa, que potencia el surgimiento de regímenes populistas bajo la bandera democrática.

En populismos como el de Juan Domingo y Evita Perón o el de Chávez, se han celebrado elecciones, pero las instituciones, aunque funcionando, experimentaron intensos deterioros debido a la pérdida de autonomía y los desequilibrios internos de los poderes. «El poder judicial pierde su independencia, el legislativo se ajusta a los deseos del ejecutivo, el proceso electoral no garantiza la libertad del sufragio. El único límite es la prensa libre, pero el ejecutivo tiene el designio claro de domesticarla», explica Enrique Krauze, en su artículo publicado en el 2012 En torno al populismo.

Aunque la democracia representativa pareciera ser lenta y poco efectiva, es sin duda la mejor forma de gobierno, como lo explica el mismo autor mexicano: «En una democracia, el presidente tiene que ejercer las atribuciones implícitas en su liderazgo, pero actúa en un marco diseñado para acotarlo. Aunque el mecanismo es lento, difícil, oneroso, es el mejor que han discurrido los hombres para gobernarse», concluye.

Autor: Manuel Roa, jefe de Comunicaciones FPP
Gráficas: María Paz Rojas

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