En el pensamiento liberal, las necesidades materiales que las personas tiene deberían ser idealmente satisfechas mediante los intercambios en el mercado. En el caso de la vivienda, una oferta constante y variada de residencias debería permitir a las personas a acceder a comprar o arrendar aquellas que puedan costear con sus propios recursos. Un mercado competitivo en términos de construcción, venta y arriendo de propiedades incentivaría la mejora en la calidad de dichas viviendas y una abaratamiento de los costos para arrendar o comprar una propiedad. Las personas tendrían mayores opciones de elegir un lugar donde vivir.
No obstante, muchas veces existen trabas como decisiones arbitrarias de las autoridades, ciertas distorsiones propiciadas por leyes o determinadas condiciones económicas que disminuyen la oferta de moradas, lo que encarece su costo y disminuye la posibilidad de las personas de poder acceder a viviendas más baratas y de mejor calidad.
El déficit de viviendas, como en cualquier otro mercado, elevará el costo de las mismas haciendo más difícil acceder a arriendos o compras de residencias. Desde un punto de vista liberal, la mejor forma de permitir mejores accesos a la vivienda es promover la oferta de viviendas permitiendo al mercado funcionar de manera adecuada, dando certezas a quienes invierten en construir proyectos habitacionales, a quienes hacen otorgan créditos para la compra y para quienes buscan adquirir o arrendar una vivienda.
El respeto al derecho de propiedad, en ese sentido es esencial. Cuando la autoridad es laxa frente a la toma de propiedades y la usurpación de terrenos, lo que hace es elevar los costos de transacción y por tanto disminuye los incentivos para quienes quieran adquirir terrenos para construir, para quienes quieran adquirir una propiedad y para quienes quieran arrendar.
Las ayudas como subsidios deben estar enfocadas esencialmente en incentivar el ahorro para que las personas puedan adquirir una propiedad.
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Chile pareciera haber rápidamente involucionado, a punta de una ciudadanía barbárica e irrespetuosa de las libertades más básicas, para colocarse dentro de aquel trágico grupo de países con Estados débiles o fallidos.
Si alguien quiere comprender el liberalismo, no solo el criollo sino también el liberalismo a secas, debería al menos leer lo que pensaba Lastarria, un contemporáneo de John Stuart Mill que no nació en Londres sino en Rancagua.
En tiempos donde la corrección política ha extremizado posturas, alejando los puntos de encuentro y poniendo énfasis en el odio propio y en los sentimientos vulnerados, una discusión seria sobre el hate speech es necesaria.
La libertad es 'el fin politico más elevado' y eso significa que debemos estar dispuestos a reclamar su superioridad moral.
Chile se debate entre la borrachera socialista o la borrachera antisocialista, mientras el mundo avanza vertiginosa y efectivamente hacia el siglo XXI.
«El progreso es imposible sin cambio, y aquellos
que no pueden cambiar sus mentes,
no pueden cambiar nada»