La violencia, como fenómeno, pero también como instrumento de dominación, tiene como finalidad la imposición de las valoraciones y pensamientos del victimario sobre las víctimas. En el momento que dicho fenómeno se constituye como principal catalizador de los movimientos políticos radicales, el mesianismo político, junto con sus ensoñaciones revolucionarias, termina por dicotomizar radicalmente los espacios de deliberación anulando así la posibilidad de consensos libres.
Al ser la política aquella actividad de la sociedad dirigida a organizar sus diversidades necesita de un ámbito deliberativo en el que la violencia sólo representa su antítesis. Ninguna democracia liberal puede consentir y a la vez sobrevivir con el fenómeno de la violencia en el corazón de sus instituciones.
Con el objetivo de reflexionar sobre las consecuencias de la violencia en el orden político e institucional, te ofrecemos este especial en el que encontrarás nuestras principales publicaciones dedicadas a analizar este fenómeno.
La violencia es como una caja de Pandora, ya que, una vez abierta e incitada por los políticos e intelectuales en las redes sociales, esta pierde el control y tiende a naturalizarse y a formar parte normal del país.
Para Millas, un pensador honesto debe despojarse de los fetiches ideológicos y, por ende, contribuir a desenmascarar la violencia y denunciar sus trampas filosóficas, en vez de ocultarla por aparentes objetivos nobles.
La relativización de crímenes gravísimos y de graves actos de violencia ocurridos desde el 18-O, es el mayor abismo que podría terminar por devorarnos y acabar con nuestra convivencia.
La violencia y la delincuencia se han hecho costumbre, acaparando el foco de la opinión pública que debería estar puesto en otras materias que sí podrían devolvernos un poco de dignidad.
Un período electoral y de discusión constitucional como el que enfrentaremos este año no convive con un trasfondo de violencia. Es hora de tolerancia cero con la violencia, sin peros, excusas ni contextos. Como dicen algunas: 'Ya habrá tiempo para matices'.
Si algo nos enseña nuestra historia es que jugar a la justificación de la violencia por conveniencia es juguetear con una caja de pandora que termina por devorarnos.
Estados Unidos es un país violento si se le compara con países similares. Fruto de una revolución violenta, Estados Unidos es diferente también de Canadá, Australia y Nueva Zelanda en su tolerancia a la violencia revolucionaria como método legítimo de cambios políticos.
La violencia no es importante. Mejor dicho, la violencia no es tan importante.
«El progreso es imposible sin cambio, y aquellos
que no pueden cambiar sus mentes,
no pueden cambiar nada»