Del presidente de la República todos esperamos ejemplaridad en su actuar y rigor intelectual en sus palabras. Por desgracia, esto último no ocurrió cuando Gabriel Boric, en defensa del cuestionado actuar de la Convención Constitucional, nos dijo que «cualquier resultado [que saliera de la Convención] sería mejor que una Constitución escrita por cuatro generales».
Sabemos que la descentralización es un elemento esencial para el fortalecimiento de las regiones y la distribución del poder, dos cuestiones de las cuales Chile ha carecido históricamente.
Un frenesí antirruso se ha extendido por Occidente tras la invasión de Vladimir Putin a Ucrania.
Hay oportunidades en que es muy difícil escribir porque no hay temas interesantes. Ahora, en cambio, me siento como un zancudo en un campo nudista: no sé por donde empezar.
Unos de los problemas más alarmantes que evidenció pandemia fue la incapacidad de muchas personas de pensar e informarse por sí mismas.
Hoy en día, pareciera que cada uno se siente víctima en algún aspecto de su vida. Esto no tiene nada de raro ni de negativo a priori.
El imán del poder ya marea. Varios andan corriendo acríticamente tras ideas ancestrales y jóvenes.
Cuando se analizan los factores críticos del segundo mandato de Sebastián Piñera, generalmente se alude a la debilidad de su apuesta excesiva en lo técnico en desmedro de lo político.
Como si todo esto ya fuera poco, hoy en el país tenemos que enfrentar una nueva amenaza que nos acecha: el terrorismo y sus múltiples máscaras de violencia
Era el jueves a las 19:30, bajaba por la Alameda hacia La Moneda, a la cena que el -ahora- expresidente Piñera daba a los dignatarios presentes. No podía dejar de reflexionar sobre estos cuatro años.
Occidente, afirmó el filósofo Roger Scruton poco antes de morir, está entrando en una nueva era de oscuridad. La ideología que alimenta este nuevo oscurantismo —todo comienza siempre en el mundo de las ideas— es esencialmente irracionalista.
Carta a un amigo piñerista (o cómo defender el legado de Sebastián Piñera sin hacer el ridículo).
Era de esperar que los representantes de las formaciones políticas condenasen la agresión cometida al presidente de Chile cuando una mujer vació una botella de agua sobre su cabeza al grito de “el peor”, en la conmemoración de los dos años del primer caso de Covid en el país -aunque hubo también silencio de muchos sectores del nuevo gobierno, incluido el próximo mandatario.
El punto bastante obvio de la carta era que la pandemia ya casi no se cubre por los medios de comunicación producto de la crisis con Rusia.
Sería trágico que Chile terminara reemplazando la mal llamada Constitución de Pinochet (hoy de Lagos) por la de Evo Morales.
Sistemas de justicia paralelos; escaños reservados en el futuro Congreso; autonomías territoriales; poder veto a través del “consentimiento indígena” o cuotas de participación en determinados sectores son muestras del avance del indigenismo.
A nivel simple, existen dos grandes tipos de políticas públicas: primero, aquellas que sirven a la gran mayoría de la población y, sobre todo, a los más necesitados; y, segundo, aquellas políticas que generan consecuencias no deseadas, dañando a la mayoría de la población necesitada.
Señor Director:
De pronto se acabó la pandemia.
En 1998 , Ibsen Martínez escribía, «¿Por qué no me asusta Chávez? Dejen la alharaca, señores, y sírvanse otro whisky. Alternancia es el nombre del juego. ¿Tragedia? Trágico es lo que pasa en Kosovo»...Sería mejor que hablen ahora los futuros amarillos. Mario Waissbluth anda flameando la bandera, harto tarde. Es fácil ahora, después de haber institucionalizado las fake news en políticas educacionales y de no cansarse de jugar a ser revolucionario rodeándose de jóvenes desde 2011.
Ahora que estamos ad portas de ver el cambio de mando presidencial, que se realizará el próximo 11 de marzo, es pertinente hacer una evaluación y análisis crítico de lo que fue el Gobierno del Presidente Sebastián Piñera.
«El progreso es imposible sin cambio, y aquellos
que no pueden cambiar sus mentes,
no pueden cambiar nada.»