El 18 de octubre y siguientes
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Publicado en El Líbero, 23.06.2023El 8 de junio de 1971, en la mañana, era asesinado el exministro Edmundo Pérez Zujovic mientras se dirigía a su trabajo en automóvil, acompañado de su hija, quien sobrevivió de milagro al atentado. Al enterarse de la noticia, el presidente Allende se dirigió al país a través de una cadena nacional y afirmó sin base alguna que los asesinos eran de extrema derecha y que lo hacían con el fin último de crear un clima de caos y desprestigio de su administración. Esta hipótesis, que el presidente Allende vistió de certeza, fue luego desechada gracias a que la hija del exministro asesinado reconoció a uno de los asesinos: Ronald Rivera Calderón, fundador del movimiento de extrema izquierda: la Vanguardia Organizada del Pueblo.
Es evidente que a Salvador Allende le convenía que los asesinos de Pérez Zujovic fueran de extrema derecha y no unos «jóvenes idealistas» que pertenecían a una banda armada que había beneficiado meses atrás a través de cuatro indultos presidenciales. Pero la realidad no siempre es lo que nos conviene y este desajuste es el que suele llevar al hombre a engañar, pero también a autoengañarse. Por eso, no existe mejor reflejo escéptico en la era de las noticias falsas que dudar prima facie de un titular demasiado bueno para ser cierto.
Ojalá que esa irresponsable declaración de Allende fuera la única que dijo en su Gobierno o una excepción en la historia de la política. Así como Allende, el presidente Boric quería que las industrias inmobiliaria y forestal fueran los responsables de los incendios que arrasaron las regiones de Valparaíso y Bío Bío. Así como Allende y Boric, el diputado Mellado quería pasar “pasar piola” difundiendo los audios de la reunión y condenándolos en un noticiero al mismo tiempo. Los políticos mienten de manera especial porque creen que su poder es capaz de acortar la inexorable distancia que existe entre el deseo y la realidad. Por eso, es un despropósito dejar en sus manos la lucha contra de desinformación y la mentira.
«Los políticos mienten de manera especial porque creen que su poder es capaz de acortar la inexorable distancia que existe entre el deseo y la realidad. Por eso, es un despropósito dejar en sus manos la lucha contra de desinformación y la mentira».
Lo cierto es que en la lucha contra la desinformación y la mentira no hay mesías posibles si queremos conservar nuestras libertades. La solución es la de siempre, aunque novedosos sean los medios de difusión: «no hay mejor respuesta a una opinión formada sobre bases equivocadas o una información falsa que una opinión contrapuesta o acertada o una información verdadera» como bien se lee en la Guía para garantizar la libertad de expresión frente a la desinformación deliberada en contextos electorales elaborada por la Relatoría Especial para la Libertad de Expresión de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.
Por esta razón, es cuando menos sospechoso que la ministra vocera de Gobierno, Camila Vallejo, se erija con tan poco pudor como la guardiana de la verdad y la información, como si ella no fuera susceptible de información falsa como cualquier hijo de vecino. También es incomprensible que diga que esto lo hace por un mandato jurídico internacional y no sea capaz de señalar en qué instrumento está dicho mandato.
El primer paso de Camila Vallejo fue la firma del convenio Más Voces: medios de comunicación y democracia que firmó junto a las universidades de Chile, de la Frontera y de La Serena, cuyo estudio fue calificado por la académica María José Lecaros como insuficiente: «de una debilidad, imprecisión y falta de datos concretos impresionantes. Académicamente, no se puede dialogar con él porque no tiene calidad profesional». Luego participó en el Foro Global de Líderes de la OCDE y dijo que para el Gobierno «es una decisión política enfrentar el fenómeno de la desinformación», como si la desinformación no pudiera provenir del propio Gobierno, tal como lo están demostrando las aristas del caso Democracia Viva.
Ahora, hace coparticipe a la ministra de Ciencia y nos ofrece la Comisión Asesora contra la Desinformación, que tiene entre sus objetivos el medir el impacto de la desinformación en la calidad de la democracia. A simple vista, parece ser otra comisión cuyo informe final terminará guardando polvo en los cajones de algún ministro. Pero no olvidemos que se trata de un paso más en la carrera de la ministra Vallejo por encumbrarse como la guardiana de la verdad y la información, de nosotros depende de que ese día nunca llegue por el bien de nuestras libertades.
Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan las de Fundación para el Progreso, ni las de su Directorio, Senior Fellows u otros miembros.
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