Aun cuando la emergencia sanitaria obliga a centralizar algunas decisiones, es hora de recordar y repensar en cómo el aporte cultural y autónomo de las regiones podrían favorecer la llegada oportuna de la ayuda; y, en el largo plazo, el crecimiento, la democracia y la libertad, pero sobre todo el buen manejo de las arcas fiscales, la sana competencia y la reducción de la burocracia. Si no es ahora, ¿cuándo?
En las crisis de las democracias occidentales, existe una colisión entre la idea de universalidad encarnada en el modelo de la democracia liberal y la idea de la particularidad inserta en el ascenso del populismo.
Estas pequeñas masas, perjudiciales para el debate cívico y la democracia, son boyas a la deriva como las describió José Ortega y Gasset, compuestas de hombres con ideas dentro de sí, pero sin la capacidad de idear. Quieren opinar, pero no asumir las implicancias de la deliberación donde la contraargumentación es lo normal.
Nuevamente los desmanes y la violencia irrumpen en un escenario que parecía haberse calmado con el acuerdo de paz y nueva Constitución.
Nuevamente los desmanes y la violencia irrumpen en un escenario que parecía haberse calmado con el acuerdo de paz y nueva constitución.
Las pandillas se conforman de individuos que ni quieren tener la razón y tampoco darla, es simplemente la imposición de sus opiniones.
Imagine a un chileno nacido en los años 80 y 90 del siglo pasado, un millennial. Este ciudadano -o ciudadana- puede darse el lujo de haber superado la calamidad de la pobreza que asolaba a Chile 70 años atrás.
Moisés Naím explica lo que constituye el nuevo rasgo distintivo del siglo XXI: el poder es más fácil de conseguir, más difícil de ejercer y más fácil de perder.
El argumentario que los detractores de la libertad quieren construir con la finalidad de posicionar sus esquemas caducos disfrazados de nuevas propuestas es una estrategia endeble y poco rigurosa la cual no resiste un minucioso análisis.
El uso de la razón, desprovisto de analizar el sustrato sensible, emocional y tribal que aún inunda nuestra naturaleza humana, termina por abrir el camino del éxito a corrientes totalitarias y autoritarias que despiertan aquellos dispositivos atávicos de la masa enardecida.
La búsqueda del predominio de una identidad o colectividad sobre otra proyecta a los escenarios de consensos por una espiral de violencia e intolerancia dañina para cualquier orden civilizado.
«La libertad no se pierde por
quienes se esmeran en atacarla, sino por quienes
no son capaces de defenderla»