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Los escombros vivos del muro de Berlín Fundación para el Progreso, Diciembre 2019

Los escombros vivos del muro de Berlín

Reflexiones a 30 años del derrumbe

El éxtasis del triunfo

El espíritu justificadamente optimista del año 1989 rememora los logros de una civilización que impulsó la proliferación de la democracia liberal como la mejor vía de convivencia y coexistencia política. Aquel llamado “otoño de las naciones” impactó al mundo con la propagación de numerosas revoluciones que pondrían fin, en el curso de unos pocos meses, a lo que fue el imperio socialista más sangriento, criminal y autoritario que jamás haya existido en la faz de la tierra.[1]

En Polonia, las manifestaciones y huelgas masivas iniciadas en 1988 llevaron al gobierno a negociar en febrero de 1989 con el famoso sindicato Solidaridad y, poco después, el tránsito hacia unas elecciones libres. Desde Hungría a Bulgaria, a Alemania Oriental y Rumania con la ejecución del dictador Nicolae Ceausescu el 25 de diciembre de 1989[2], la URSS protagonizaba su propio e irreversible desmembramiento. Ya para los años 80s, incluso “la propia élite soviética había perdido su fe en el comunismo”.[3] Con el derrumbe del muro de Berlín a manos de hombres libres el 9 de noviembre de 1989, la Guerra Fría prácticamente había terminado.[4]

Todo parecía paradisíaco y prometedor para la hegemonía democrática acompañada del mercado libre. Un efectivo sistema representativo se vislumbraba con preeminencia a pesar de que en su seno se hallaban diversas formas de subvertirlo gradual pero eficazmente.

Si bien se pretendía que todo evolucionara al ritmo de la democratización generalizada, los escombros del muro guardaban en sí un cúmulo de problemas que, frente al éxtasis triunfalista del espíritu de la época descuidaron advertencias claras de los nuevos desafíos a las democracias liberales.

Advertencias olvidadas de Fukuyama

Aquella atmósfera de optimismo llevó a distintos académicos e intelectuales a una profusión de sustantiva confianza en lo que el mundo occidental sería en adelante. Para el historiador John Lewis Gaddis, el triunfo de Occidente habría llegado en los hombros de Margaret Tatcher, Ronald Reagan, el papa Juan Pablo II y personajes como Václav Havel y Lech Wałęsa[5]; los politólogos Christian Welzel y Ronald Inglehart, con base este optimismo democratizador, realizaron una predicción en el 2005 la cual dictaba que en el curso de quince a veinte años sociedades con regímenes como el chino se “convertirán en democracias liberales”[6].

Otra famosa tesis fue la que el polémico cientista político Francis Fukuyama manifestó en el verano de 1989. Para Fukuyama, lo que el mundo estaba presenciando era el “…evidente agotamiento total de las alternativas sistemáticas viables al liberalismo occidental”.[7] Una especie del fin de la historia.

Pero si bien mucho se ha dicho -y con razón[8]- sobre la apresurada tesis de Fukuyama, en ella también se encuentran notorias advertencias sobre las crisis políticas que enfrentan las democracias liberales occidentales hoy día. Dos de ellas, y quizás la más notorias de su obra con base en el artículo de 1989, fue haber develado los que vendrían a ser los nuevos enemigos de la sociedad libre y la manera solapada de adentrarse en el marco institucional triunfante.

“es mucho más probable que use el disfraz del liberalismo mientras cambia su significado desde adentro, en lugar de lanzar un ataque frontal contra las instituciones y principios democráticos básicos”

Por el lado de la izquierda, el comunismo, al no representar una amenaza debido a su desacreditación mundial por sus pésimos resultados en el orden social, una futura amenaza a la democracia liberal -manifestó Fukuyama hace ya 26 años- “es mucho más probable que use el disfraz del liberalismo mientras cambia su significado desde adentro, en lugar de lanzar un ataque frontal contra las instituciones y principios democráticos básicos”.[9]

Aquella infiltración verá su horizonte en dos búsquedas fanáticas de objetivos igualitarios: en primer lugar, convertir todo en un derecho garantizado. Desde del derecho a viajar[10] y al aborto, al derecho al ocio y al disfrute de la niñez[11]; y, en segundo lugar: una sociedad que busca fanáticamente eliminar cualquier manifestación de reconocimiento desigual[12] lo que erosiona el sentido del mérito, según el cual, las personas por naturaleza persiguen diferenciarse de los demás con base en sus esfuerzos personales. Es decir, la búsqueda de una sociedad que no tolere la apreciación de la diferencia por méritos debido a que podría ser percibida como formas de discriminación.

Pero, así como un exceso de igualitarismo (isothymia) es enemigo de una democracia liberal también resulta serlo, para Fukuyama, su contrario: exacerbar la necesidad en ser reconocido como superior a otros (megalothymia). En ese sentido, los padres fundadores de los Estados Unidos lograron diseñar un marco institucional que lograra constreñir el poder y limitarlo frente a las pretensiones tiránicas de superioridad. Este sería un elemento clave dentro de las democracias liberales contemporáneas.[13] Tanto en el conservadurismo más ortodoxo como el socialismo de vanguardia verán en sus diferentes programas políticos una forma de entronizar a su élite en detrimento de los más.

Dos advertencias y a la vez amenazas percibidas por Fukuyama en los 90s fungen como un precedente de lo que hoy en día la filósofa francesa Chantal Delsol ha proferido como un estado en el cual, en las crisis de las democracias occidentales, existe una colisión entre la idea de universalidad encarnada en el modelo de la democracia liberal y la idea de la particularidad inserta en el ascenso del populismo.

 

Particularidad vs. universalidad: el ascenso del populismo

Esta colisión enunciada por Chantal Delsol explica, en gran medida, cómo estos fenómenos del excesivo igualitarismo y de la exacerbación del criterio de superioridad pueden imbricarse, relacionarse y plantearse como rivales.

Existe un amplio consenso acerca de la crisis de la democracia representativa por su excesiva burocratización, desconexión con los representados y la erosión propia del dinamismo de la política.[14] Esta desconexión ha llevado, en el análisis de Delsol, a que el marco ideológico de la democracia liberal termine por suprimir en su percepción de una ciudadanía general, las diferencias nacionales, sociales y culturales de los diferentes países. Con base en esto -y como reacción contraria-, ha emergido un nuevo demagogo soberbio de su propia particularidad el cual promueve, en la simplificación del escenario político en “opresores-oprimidos”, la exacerbación del criterio de diferencia y superioridad.[15] Es aquí donde nace el populismo, en este choque violento contra los relatos ideológicos nacidos en el siglo xix.

"Como parte de aquellos escombros esparcidos del muro derrumbado, el populismo venía a plantearse como el nuevo panorama de las democracias occidentales a finales de los 90s"

Como parte de aquellos escombros esparcidos del muro derrumbado, el populismo venía a plantearse como el nuevo panorama de las democracias occidentales a finales de los 90s como lo supieron ver Francisco Panizza[16] y Cass Mude[17]. Tanto el populismo de izquierda, suscrito en el hincapié fanático igualitarista, redistributivo e intervencionista; como el populismo de derecha, el cual toma como su plataforma efectiva de movilización política la particularidad y el reconocimiento de la superioridad de un pueblo originario y puro frente a una elite corrupta adscrita a cualquier relato ideológico universalista[18], representan parte significativa de la decadencia de las democracias y esos nuevos enemigos que, derrumbado el muro, se plasmarían como los nuevos desafíos a enfrentar.

Pero el populismo no se erigió como el único enemigo de las sociedades libres. Un conjunto de nuevas formas de autoritarismo y tutelajes se desarrollarían en lo que Fareed Zacaría llamó en 1997 las “democracias iliberales”.

 

Las democracias iliberales

Frente al derrumbe colosal de la URRS en 1991 con la perestroika y el glásnost, las nuevas amenazas a la sociedad libre vendrían, tal como lo avizoró Fukuyama con distintas expresiones, desde la monopolización de la faceta democrática por encima de los componentes liberales hasta formas de autoritarismos competitivos y autocracias electorales. Es lo que la ciencia política acuñó como “regímenes híbridos”[19], aquellos que mezclan elementos electivos con elementos autoritarios. En otras palabras, el cómo el instrumento democrático podría subvertir y derribar los principios liberales que acompañan a un orden institucional que ve entre sus objetivos principales limitar el poder político.

Desde la Rusia de Boris Yeltsin a la Argentina de Menem; desde la Bielorrusia de Lukashenko, Kazajistán y Rumania hasta el Perú de Alberto Fujimori, las democracias iliberales se levantaron con triunfos inesperados.[20] Como bien manifestó Fukuyama en su advertencia, las nuevas amenazas a la libertad usarían una catadura democrática para quebrantar las libertades y así edificar nuevas formas de despotismos. Frente a ello, los restos del muro se insertaron en el orden social sin haber sido considerados por un mundo embelesado por el categórico -pero frágil- triunfo de la democracia liberal.

El escenario de hoy día no es muy distinto respecto del avance de estas democracias iliberales. De la Hungría de Víctor Orbán, la Rusia de Valdimir Putín y la Turquía de Erdogan a las autocracias electorales como la Venezuela de Chávez-Maduro[21], estas formas de regímenes híbridos, autoritarios-competitivos parecen establecerse como la norma frente al declive o crisis de la democracia liberal. No es de extrañar que el primer ministro de Hungría, Víktor Orbán, haya declarado abiertamente en el 2014 su intención de crear una “democracia iliberal” y reactualizar sus pretensiones hace muy poco.[22]

Las democracias iliberales siguen y seguirán desarrollándose buscando su oportunidad en el estancamiento de las democracias liberales de hoy en día. Quizás estas formas de hibridación política continúen encabezando las principales amenazas al orden social liberal en un contexto donde va creciendo el acercamiento a regímenes como el chino[23] o como el sistema político económico de Singapur, debido a su crecimiento económico y desarrollo tecnológico.

En los años 90s los países con regímenes autoritarios representaban apenas el 12% del ingreso global. Hoy en día representan un 33% igualando el nivel que este tipo de regímenes habían alcanzado en los años 30s del siglo pasado en el auge de los fascismos, y superando los que se mantenían en los años de la Guerra Fría en el apogeo de la Unión Soviética.[24] Esta situación seduce a las mentes autoritarias las cuales ven en los autoritarismos radicales o en las formas de hibridación de regímenes autoritarios competitivos una forma estable de consolidarse.

 

Los escombros del muro

Los escombros del muro se esparcieron no sólo para mostrarle al mundo lo pernicioso de su existencia, las tristes razones de su edificación y las lecciones que nos proporciona su derrumbe; sino también para mutar en los diferentes problemas de los cuales las democracias padecen en formas de democracias iliberales y las tentaciones cada día más latentes de revivir imperios colectivistas y autoritarios.

Los escombros vivos del muro plantearon -y plantean- una heterogeneidad de desafíos a una sociedad libre que no supo avizorarlos con detenimiento y que aún no termina por vislumbrar las razones de una posible decadencia.

Las palabras de Václav Havel en el Parlamento de Europeo en Bruselas con motivo del XX aniversario de la caída del muro de berlín continúan haciendo eco. Havel recordó ese 11 de noviembre de 2009 que la caída del muro fue un evento tan importante en la historia que “mucha gente tenía la impresión de que a partir de entonces la tranquilidad reinaría” pero, al no ocurrir, aquello hace que sea más importante no sólo reflexionar sobre el presente sino también y, sobre todo, “un reto para mirar hacia el futuro” haciendo énfasis en “los fundamentos espirituales y valores” de la integración europea con base “al respeto a las libertades y dignidad humanas” unida al “respeto por las naciones individuales, sus tradiciones y logros, las tierras que habitan, sus hogares y el entorno en el que estén situadas”. Un discurso que cierra con el deseo que…

“…el Himno a la Alegría de Schiller deje de ser para nosotros y nuestros hijos sólo un poema homenaje a la amistad entre la gente y que, en su lugar, se transforme en un poderoso símbolo de nuestros esfuerzos por crear un mundo más humano.”[25]

Frente a las palabras de Havel y la actual ineficacia del liderazgo occidental en combatir a los enemigos internos de la propia democracia, cada día se hace más patente y relevante advertir sobre el peligro de aquellos escombros vivos del muro de Berlín, los cuales, por sí solos, no desaparecerán.

 

Bibliografía

[1] Véase: Sthepane Courtois et. al. “El libro negro del comunismo”. España: Ediciones B, 2010.

[2] Para una cronología del suceso, véase: abc.es: “El discurso que llevó al paredón a Ceaucescu: «Eche a todos los obreros en fosas comunes»” https://tinyurl.com/y3qex4br.

[3] Pipes, Richard. “Communism. A history”. New York: Modern Library, 2003, pp. 68-69.

[4] Ferguson, Niall. “Civilización. Occidente y el resto.”

[5] Gaddis, John Lewis. “The cold war. A new history”. New York: The Penguin Press, 2005.

[6] Inglehart, Ronald y Welzel Christian. “Modernization, Cultural Change, and Democracy the Human Development Sequence”. New York: Cambridge University Press, 2005, cap. 7.

[7] Fukuyama Francis. “The end of history?” (1989), The National Interest.

[8] Véase por ejemplo el agudo análisis y crítica que hace Carlos Peña del artículo de Fukuyama publicado en 1989 en “Ideas de perfil. Ensayos”. Santiago: Hueders, 2015, pp. 255-262.

[9] Fukuyama, Francis. “The end of history and the last man”. New York: The Free Press, 1992, 296.

[10] Y lejos de la realidad no está. Hasta hace poco el Estado griego tenía un programa llamado “Turismo para todos” donde financiaba con dinero público las vacaciones de sus ciudadanos de más bajos recursos económicos. Véase: GR Reporter: The Social Tourism of Bankrupt Greece  https://tinyurl.com/yycwmlgd.

[11] Fukuyama, Francis. Ibídem.

[12] Ibídem, p. 314.

[13] Ibídem, pp. 320-321.

[14] Véase: Pierre Rosanvanllon “La democracia del siglo XXI”. Nueva Sociedad N° 269, mayo-junio de 2017, ISSN: 0251-3552. (www.nuso.org).  Un ensayo que explica de manera extraordinaria la crisis y desafíos de la democracia.

[15] Delsol, Chantal. “Populismos: una defensa de lo indefendible”.

[16] Panizza, Francisco. “El populismo como espejo de la democracia”. México: Fondo de Cultura Económica, 2009, p. 10.

[17] Mudde, Cas. “The populist zeiggest”. 2004. Government & Opposition, 39(4): 551.

[18] Veáse Delsol, Chantal. “The “Common Idiot” of Populism”, en Sergiu Gherghina, Sergiu Mişcoiu and Sorina Soare  “Contemporary Populism: A Controversial Concept and Its Diverse Forms”. EE.UU: Cambridge Scholars Publishing, 2013.

[19] Un análisis clave para entender estas formas de democracias iliberales la podemos encontrar en el ensayo “The rise of competitive authoritarianism” de Steven Levitsky y Lucan A. Way. Desde Ghana a Zimbabwe, de Albania a Ucrania y desde Haití a Paraguay, el ascenso de regímenes híbridos (los cuales mezclan elementos democráticos con elementos autoritarios) han sido una constante imparable.

[20] Zakaria, Fareed. “The rise of illiberal democracy”. Foreign Affairs; Nov/Dec 1997; 76, 6; ABI/INFORM Global.

[21] Autocracia electoral que terminó por degenerar en una dictadura totalitaria.

[22] Véase: “La gran batalla de Hungría: Orbán busca perpetuar su 'democracia iliberal'”. https://tinyurl.com/y33jsfgy.

[23] Véase, entre otros, el estudio realizado por el International Republican Institute: “Chinese malign influence and the corrosion of democracy” en el que realiza un análisis de la influencia de Partido Comunista Chino en 13 países y cómo esto representa una amenaza a las democracias liberales. El estudio también enfatiza la proliferación de socios iliberales y la exportación de herramientas autoritarias del modelo. https://tinyurl.com/y43h69we

[24] Véase: Foreing Affairs: “The End of the Democratic Century. Autocracy’s Global Ascendance” por Yascha Mounk y Roberto Stefan Foa https://tinyurl.com/y3j37odg.

[25] Havel, Václav. “El poder de los sin poder y otros escritos”. Madrid: Ediciones Encuentro, 2013, pp. 174-189.

Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan las de Fundación para el Progreso, ni las de su Directorio, Senior Fellows u otros miembros.

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