Postas, retenes y escuelas
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Publicado en El Mercurio de Valparaíso, 16.02.2018La última semana ha estado marcada por la discusión sobre la pena de muerte, pues un grupo de parlamentarios solicitó un plebiscito para reinstalarla. La controversia deriva del caso de Sophia, una menor de un año que habría sido asesinada a golpes por su padre. Hasta el momento el debate se ha quedado en la superficie, pero el iceberg es muy grande y existen elementos que pueden hacer peligrar nuestra democracia. Sorprende que esta propuesta haya sido hecha por congresistas, pues son ellos los llamados a tomar este tipo de decisiones. Para eso fueron elegidos.
"No podemos hipotecar nuestra democracia por un ajusticiamiento popular. Este puede ser el primer paso para convertirnos en una república bananera."
Con la propuesta de plebiscito solo des-legitiman la democracia que representan y los mecanismos que hemos establecido para tornar decisiones. Nos están diciendo que eso no sirve y que debemos apelar a las masas. Es lo mismo que hizo Nicolás Maduro cuando convocó a la Asamblea Constituyente. Pero la idea está lejos de ser ingenua. Las encuestas sobre este tema han mostrado cifras concluyentes a favor de la pena de muerte y además hay un condimento extra: confronta a los sectores populares con el establishment, pues los primeros son muy favorables a esta moción y los segundos muy contrarios. Aquí existe una grieta que puede ensancharse y ser el punto de partida para el populismo. Se está jugando con fuego.
Finalmente nos incitan al linchamiento público. Al ser una propuesta hecha al calor de un caso concreto, el plebiscito sería una consulta sobre la vida de un individuo con nombre y apellido. Aquí ya deja de ser una controversia sobre una política pública, sino una forma moderna de terror que nos recuerda los peores pasajes de la Revolución Francesa. Ni siquiera Hugo Chávez pensó en hacer algo así. El debate es legítimo, pero las condiciones que se nos proponen son tremendamente peligrosas. Todos entendemos la impotencia que genera un caso como el de Sophia y el afán de justicia de muchos ciudadanos que buscan que esto no vuelva a ocurrir, pero el camino al infierno está plagado de buenas intenciones. No podemos hipotecar nuestra democracia por un ajusticiamiento popular. Este puede ser el primer paso para convertirnos en una república bananera
Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan las de Fundación para el Progreso, ni las de su Directorio, Senior Fellows u otros miembros.
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