No pain, no gain
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Publicado en Sabes, 21.06.2020Conmoción causó la limitación en la reelección de los congresistas. Pero en particular, la aplicación de la retroactividad en sus períodos legislativos. Parece increíble que, ante el contexto nacional, en el cual la política y la aprobación del Congreso Nacional no podrían estar más deslegitimadas (2% según última encuesta CEP), se haya aprobado limitar las reelecciones, pero no nos pongamos tan innovadores, ni inventemos la rueda, que no nos afecte a nosotros, mejor que entre en vigencia después. Para qué hacer las cosas bien, si las podemos hacer mal.
No todo fue tan negativo. Destaco la consecuencia y visión a largo plazo de los senadores: Víctor Pérez (UDI), quien derechamente habría quedado offside de aprobarse la retroactividad, Felipe Kast (Evopoli) que defendió esta idea de limitación en la legislación anterior siendo diputado y Felipe Harboe (PPD) que ha buscado mecanismos para relegitimar al Congreso y una renovación de la política.
De la región del Biobío subrayo al camaleónico senador Navarro. Alejandro, quien tiene más versiones en la legislatura que un PlayStation, es congresista desde el año 1994 en que fue electo diputado. Se mantuvo así hasta 2006, año en que fue electo senador y de allí hasta la actualidad.
No se enoje honorable senador, pero usted hace breve tiempo atrás enarboló -con ahínco y una fuerza exacerbada en su discurso - la idea de poner su cargo a disposición, de que se fuese toda la legislatura para la casa, presidente de la República incluido, y llamásemos a nuevas elecciones. Parece decirnos: mire, tengo estos principios, pero si no le gustan, tengo otros también. Además, en otras entrevistas, aseveraba con la verborrea que lo caracteriza, que urgían nuevos liderazgos y limitar las reelecciones. “Y dónde quedó ahora, esa hermosa ilusión” cantarían Los Enanitos Verdes en su sede distrital.
El proyecto en cuestión no limitaba la profesionalización de la política, la regla de tiempo -de 12 y 16 años máximo -tres períodos para diputados y dos para senadores permite el suficiente despliegue y conocimiento de la actividad parlamentaria. Urge que nuestros congresistas entiendan que la política es de actos, símbolos y gestos. Quizás técnicamente algunos discrepen de sus efectos, pero nunca en Chile habíamos enfrentado una crisis de confianza tan severa y un declive sostenido en nuestras instituciones democráticas; por ello es que el Senado cometió un error gravísimo. Esta era una gran oportunidad de reivindicarse ante la ciudadanía y asumir que la renovación y relegitimación de la política debe ir acompañada de ciertas limitaciones.
Por último, debemos asimilar que la población debe involucrarse más en la política. Tanto en las elecciones como al interior de los propios partidos, participando de éstos y propiciando una renovación de liderazgos.
En este último apartado vaya que nos falta avanzar, puesto que las directivas de los partidos, sus tribunales internos y los comités políticos, siguen perteneciendo en buena parte a los principales rostros, tapando los liderazgos emergentes. Ese es otro desafío si queremos renovar nuestros liderazgos y exigir una mayor calidad en nuestros representantes. Mientras tanto, no nos olvidemos: hierba mala nunca muere.
Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan las de Fundación para el Progreso, ni las de su Directorio, Senior Fellows u otros miembros.
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