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Francisco, los católicos y el capitalismo Publicado en El Mercurio, 16.01.2018

Francisco, los católicos y el capitalismo

imagen autor Autor: Axel Kaiser

¿Se puede ser católico y partidario del capitalismo liberal? La pregunta es especialmente importante en momentos en que nos visita el Papa probablemente más anticapitalista de la historia de la Iglesia. 

Así, al menos, es percibido Francisco por diversos medios en el mundo. La revista alemana Der Spiegel, por ejemplo, sostuvo que el Papa actual era "un socialista" y afirmó que en diversas ocasiones utiliza "el lenguaje de un revolucionario de izquierda". The Economist comparó declaraciones que ha dado Francisco sobre el capitalismo afirmando literalmente que el Papa, consciente o inconscientemente, seguía a Lenin en su tesis de que este produce guerras y explotación. El Wall Street Journal, en tanto, publicó un artículo titulado "Cómo el Papa Francisco se convirtió en el líder de la izquierda global", mientras The Guardian afirmaba que el Papa Francisco era "el nuevo héroe de la izquierda mundial". Pero Francisco no es un socialista. 

"Parece increíble, a estas alturas, tener que seguir insistiendo en que el capitalismo competitivo y democrático es el único sistema que funciona para superar la pobreza y generar progreso para todos."

Como recordó The Washington Post y he insistido en mi libro reciente "El Papa y el capitalismo", para entenderlo hay que conocer a Perón y Evita. El peronismo, que fue muy influyente en Francisco, es una corriente populista que como tal divide a la sociedad entre abusadores y abusados, explotadores y explotados. Su postulado no es la colectivización de los medios de producción como el socialismo clásico, sino la masiva redistribución de riqueza, el fortalecimiento legal de sindicatos, la creación de una economía cerrada enfocada en la sustitución de importaciones y un esquema relativamente mixto en que el Estado y los empresarios por igual controlan áreas de la economía en beneficio de grupos de interés.

La teoría detrás del peronismo es que el capitalismo es abusador, inhumano y que la libertad económica es causa de todo tipo de miserias. Francisco, sin duda, tiene creencias de ese tipo. Refiriéndose a nuestra región hace no mucho tiempo llegó a sostener lo siguiente: "Evidentemente, hoy día Latinoamérica está sufriendo un fuerte embate de liberalismo económico fuerte, de ese que yo condeno en Evangelii gaudium cuando digo que 'esta economía mata'. Mata de hambre, mata de falta de cultura... La gente emigra buscando. Porque los sistemas liberales no dan posibilidades de trabajo y favorecen delincuencias".

¿Hacen bien los católicos en concordar en Francisco en esta clase afirmaciones muy similares a las de otros líderes de la región? Digamos de partida que los católicos no tienen la obligación de seguir al Papa en materias que no son de fe y, por tanto, pueden estar en total desacuerdo con él. En este caso parece ser, no solo una posibilidad, sino una obligación moral para los católicos bien informados discrepar con Francisco, pues la prioridad que dicta su religión no es la lealtad a todo evento con el Sumo Pontífice, sino la preocupación por el bienestar del prójimo. Y aquí, como en otras oportunidades similares, el Papa se equivoca realizando afirmaciones que, de ser tomadas en serio, terminan por perjudicar a los más pobres y necesitados. Pues si hay algo que es claro, y todos los indicadores muestran, es que nuestra región es una de las más atrasadas del mundo, precisamente por la falta de auténtica libertad económica, es decir, de derechos de propiedad sólidos, inflación baja, gasto fiscal prudente, estado de derecho, apertura comercial, Estado limitado y regulaciones razonables.

Parece increíble, a estas alturas, tener que seguir insistiendo en que el capitalismo competitivo y democrático es el único sistema que funciona para superar la pobreza y generar progreso para todos. Los católicos que dudan de ello deberían leer al teólogo Michael Novak, que fuera de gran influencia sobre Juan Pablo II y que defendería el mercado libre como el sistema más coherente con los postulados de su fe. El mismo sistema defendería Juan Pablo II en su encíclica Centesimus annus donde recomendaría el capitalismo -usando esa palabra- como la mejor forma para que los países pobres superaran su condición. Por cierto se trataba de un capitalismo responsable, con regulaciones y fuertes fundamentos éticos, que es precisamente la idea central del liberalismo clásico, aunque pueda disentir en otros puntos.

Lo que no parece razonable en cualquier caso es dar por ciertas afirmaciones que realiza un Papa solo por el hecho de serlo. Como escribiría Lord Acton al obispo Creighton en 1887: "No puedo aceptar su regla de que debemos juzgar al Papa y al Rey, a diferencia de otros hombres, bajo la presunción favorable de que no se equivocan...No existe peor herejía que aquella según la cual el puesto santifica a quien lo detenta".

Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan las de Fundación para el Progreso, ni las de su Directorio, Senior Fellows u otros miembros.

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