La actitud de muchos de quienes abrazan la agenda climática es religiosa, pues no están dispuestos a aceptar la posibilidad de que emerja evidencia que rebata su análisis.
¿Habrá guerras en la Tierra por los espacios ocupados en #Marte? ¿Es posible que el planeta rojo busque su independencia? ¿Seguirán siendo chilenos los colonizadores de Marte?
En un futuro cercano, usted podrá (o deberá) tomar la decisión de implantarse un chip en el cerebro. Con dicha interfaz, podremos comunicarnos con las máquinas, y tener toda la información de nuestro complejo sistema neuronal dentro de una simple app. Aunque suene a película de ciencia ficción, ya es parte de la realidad. O al menos, lo será dentro de un plazo de cinco años.
Los últimos dimes y diretes entre la vocera de gobierno y el PS solo denotan la falta de seriedad de nuestra clase política no solo respecto a las acusaciones constitucionales en cuanto mecanismo, sino también respecto al serio problema que significa que, en el ámbito democrático, existan sospechas de la penetración de organizaciones criminales en organizaciones políticas.
Hasta ahora se nos han planteado cuatro modelos de ciudad: el turismo, la educación, el patrimonio y el puerto. Tenemos una ciudad turística donde se asesinó a un visitante canadiense a plena luz del día; una ciudad universitaria donde los estudiantes viven en paro; una ciudad patrimonial donde el patrimonio que se cae a pedazos; y un puerto con la constante amenaza de ser sitiado por los sindicatos. Da lo mismo cuál se prefiera, todos quedan cojos.
A la destrucción de liceos emblemáticos se sumó la creación de 'un ente' para que administre nuestras pensiones. Había que destruir los pocos colegios que permitían la movilidad social de la élite y había que hacer más cara e insegura la administración de nuestras pensiones.
Felipe Berríos apareció de nuevo hablando, aunque esta vez no para basurear a personas o universidades que no fuesen jesuitas. Habló del escándalo de Renato Poblete y del poder. Uno pensaría que estaba hablando de jerarquías o la confesión, pero no, se refería a otra cosa.
Si alguien quiere comprender el liberalismo, no solo el criollo sino también el liberalismo a secas, debería al menos leer lo que pensaba Lastarria, un contemporáneo de John Stuart Mill que no nació en Londres sino en Rancagua.
El propósito de mi libro más reciente, El joven Karl Marx y la utopía comunista (Debate, 2019), es comprender la génesis y el atractivo de las ideas de quien se convertiría en el pensador revolucionario más influyente de los tiempos modernos.
Ahora nos traen al autor de un libro titulado "¿Por qué falló el liberalismo?" El libro dice las cosas más insólitas que uno podría escuchar
La escandalera con el cambio en la malla curricular de educación secundaria, que hará optativa la materia de historia para tercero y cuarto medio, no se condice con la condescendencia que existe frente al vandalismo y el matonismo que se ha hecho habitual en algunos colegios de Chile.
El presidente Piñera trató de antipatriotas a quienes, según él, le 'niegan la sal y el agua'. Él estaría proponiendo reformas por el bien del país y quienes se nieguen siquiera a discutirlas serían antipatriotas. Los malos. La izquierda salió militarizada a responderle. Se encresparon.
Días después de que Sebastián Piñera saliera electo Presidente, publiqué una columna en otro medio titulada 'Ganó Piñera, triunfó Bachelet', donde sostuve que la triunfadora de la contienda política -no la electoral- había sido la ex mandataria.
Estaría bueno que los conservadores terminen con su obsesión contra la autonomía individual y contra las personas que no creen en la metafísica de Santo Tomás.
El mayor desafío a la democracia liberal proviene hoy de China, por su capacidad de combinar una férrea dictadura comunista, teóricamente meritocrática, con una pujante economía capitalista que en poco tiempo la ha convertido en la mayor economía del mundo.
El costo de gobernar sin principios es, entonces, no solo social y económico, sino político, porque se atribuye a las ideas del liberalismo y sus supuestos exponentes el mal que en realidad ha sido causado por un exceso de intervencionismo estatal que esos mismos 'liberales' no hicieron nada serio por remediar.
Por un minuto pareció que las izquierdas latinoamericanas estaban completamente desprestigiadas y acorraladas. Los triunfos de Duque en Colombia, Macri en Argentina, Piñera en Chile y Bolsonaro en Brasil, más la catástrofe de Venezuela, hicieron creer a muchos que la era de los socialistas se había acabado. Pero la realidad es que la izquierda que dominó la política regional por más de una década y media nunca ha estado muerta.
La libertad de expresión es intuitivamente molesta, porque nos obliga a escuchar, leer y hasta presenciar expresiones que nos pueden ofender.
Probablemente no haya una época en el período de post guerra en que la politización de la sociedad haya alcanzado los niveles actuales en occidente.
Ir a ver la nueva película de Clint Eastwood, «La Mula», en este caluroso verano —donde uno de los malditos temas ha sido Venezuela—, me hizo esperar otra de sus películas libertarias en las que critica los abusos del Estado. «La Mula» es una película política, pero diferente: muestra la obsolescencia de los viejos —él mismo— y sus angustias respecto de sus pasados y del mundo cambiante.
«El progreso no es una bendición ininterrumpida.
A menudo viene con sacrificios y luchas»