Elisa Loncón aboga por que allá continúe el terrorismo, es su táctica, no le importa, total a ella no le queman su casa. Vale la pena ver el video donde un camionero, frente a su camión recién quemado, enfrenta a un imaginario Héctor Llaitul a la cámara. Me gustaron los insultos que le da en mapudungún: “kutri ñuke marri chau”.
El domingo 21 habrá elecciones. Nunca ha sido más fácil el voto porque ahora las definiciones no se dan sobre sutilezas de políticas públicas sino que en torno a los principios que separan la civilización de la barbarie.
No corren buenos tiempos para la universidad. Lo que fuera un su tiempo “una comunidad de maestros y discípulos para el descubrimiento y comunicación de la verdad” hoy está lejos de serlo.
Una tregua de elites en torno a un reformismo responsable pareciera ser la única manera de evitar que la demagogia y la retroexcavadora se impongan en el debate público durante esta nueva década. Con todo, el espacio para ponernos de acuerdo y hacerles frente a estos tres desafíos económicos se acorta, y las campanas parecieran comenzar a doblar por nosotros.
Hace años que en el debate público chileno el foco central ha sido el llamado combate contra la desigualdad.
Giorgio Jackson dijo que “no hay ninguna evidencia que muestre que la vacuna covid” se hubiese descubierto “sin esquema de patentes”. Y nadie dice nada. Es como decir que no hay evidencia que de que Gabriel Boric se ahogaría si se tira por el río Baker sin salvavidas y con las manos amarradas.
¿Cómo es posible que la Convención pretenda entrometerse en las acciones que decide tomar una entidad autónoma? ¿Acaso la Convención aún seguirá dando señales equivocadas defendiendo a los violentistas y tomándose atribuciones las cuales exceden su mandato Constitucional?
'…nos inclinamos mayoritariamente por mantener el régimen presidencial, pero con una serie de cambios para lograr mayorías parlamentarias y niveles razonables de gobernabilidad y estabilidad…'.
Soñábamos con una Convención Constituyente de juristas y ciudadanos de excepción, pero de esos elegimos pocos. En cambio impostores, diletantes y charlatanes elegimos varios. Nos faltará vida para arrepentirnos de ese error. Ojalá no lo repitamos con la presidencia.
En Chile estamos ante formas de hacer política claramente irresponsables y demagógicas. El supuesto chantaje de la DC a una de sus senadoras, que se opone a un cuarto retiro de las AFP, denota el nivel deplorable de la política chilena.
Dado que los hechos molestaban, había que cambiarlos estableciendo una verdad oficial. Con leyes de negacionismo, por ejemplo, u hoy, más sutilmente, cambiando el significado de las palabras: donar es lo que antiguamente era “ahorrar en mi cuenta corriente” y los presos políticos eran los antiguos “delincuentes”.
Hoy en día se puede percibir una narrativa que castiga la individualidad. Pareciera que buscar el bienestar individual se asociara al egoísmo, avaricia y otros tantos pecados que amenazan la vida en sociedad.
En estas últimas décadas se ha manifestado una creciente preocupación por el aumento de inversiones y de flujos de capitales de países no democráticos (como Rusia y China), en otros países de distintas regiones.
La aparente, y no tan aparente, disposición de diversos actores a romper reglas o sortearlas contribuye con fuerza a esta sensación de incerteza.
En época de campañas políticas comienzan a aparecer los ofertones y los famosos candidatos barbie.
Hace un mes se publicó el informe de la libertad económica en el mundo, conocido como el Economic Freedom of the World Index 2021, donde se constanta una preocupante caída en picada de Chile en dicho índice de libertad económica.
Parte importante de la élite global se desconectó de la realidad de la ciudadanía común y corriente. Sumergidos en sus burbujas, estos grupos del establishment, de izquierda y de derecha, repiten en todos lados eslóganes parecidos.
A dos años del 18 de octubre de 2019, hay un dato de la última Encuesta CEP que debería preocupar a muchos, especialmente, a los más entusiastas de este proceso revolucionario.
La desaparición del ‘neoliberalismo' implicaría por definición el fin de los anti-neoliberales.
La novela de Dickens “Historia de dos ciudades” (libro que descubrí de niño en la biblioteca de mi abuelo), transcurre entre la pacífica vida en la reformista Londres y la violenta vida en la revolucionaria Paris.
«La libertad no se pierde por
quienes se esmeran en atacarla, sino por quienes
no son capaces de defenderla»