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Avilés y los miserables Publicado en El Diario Financiero, 17.02.2017

Avilés y los miserables

imagen autor Autor: Axel Kaiser
Solo en Chile podía pasar. Una compatriota que hace una donación extraordinaria que literalmente salva vidas en tiempos de una de las peores catástrofes que nos han asolado se convierte en blanco de ataques y críticas por parte de aquellos que Farkas llamó "los miserables". Uno quisiera no politizar el asunto y decir que se trata del típico "pago de Chile", pero en este caso hubo un componente diferenciador insoslayable: los activistas y la gente de izquierda que lideraron la carga. El sociólogo Alberto Mayol fue uno de los primeros en lanzarse en picada en contra de Avilés. Mejor que se quemara todo, parecía decir, antes que aceptar ayuda de un privado ante el total fracaso del Estado corrupto e ineficiente que idolatran.
 
La Presidenta de la República no solo no se dignó a dar las gracias o mencionar el tremendo aporte que realizó Avilés y su marido, sino que su gobierno hizo todo lo posible porque el Supertanker no pudiera operar, presentando argumentos cuyo nivel de estupidez marcó un nuevo récord para la administración más inoperante e incapaz de los últimos treinta años. Pero la máxima miseria humana fue la del medio El Mostrador, replicada por El Dínamo, ambos alguna vez serios pero hoy convertidos en vulgares portales de troleo. No solo no valoraron el aporte que Avilés hizo a compatriotas cuyas casas se quemaban antes su ojos y que perdían todo, en algunos casos incluso seres queridos, sino que la atacaron a través de su padre.
 
Como si el Supertanker fuera a lanzar menos agua por la historia familiar de Avilés, la que de todos modos se presentó de manera amarillista intentando inventar conexiones espurias y como si de cualquier forma una cosa tuviera algo que ver con la otra. Pocas veces se ha visto algo más bajo e infame en el periodismo chileno -hoy por hoy más bien activismo- y por supuesto no faltaron los miles de trolls que hicieron festín con la infamia. ¿Qué tan podrido debe estar un sector del país para caer a ese nivel? Coméntele usted el caso Avilés a amigos extranjeros y vea qué opinan para darse cuenta del pantano moral en que estamos como sociedad.
 
La rabia, el resentimiento, el chaqueteo, la envidia y un largo etcétera de lo peor que puede mostrar el ser humano están influyendo sobre el debate público de una manera que terminará por envenenar todo y hacer de Chile un país aún más intolerable para vivir de lo que ya se ha convertido. Y en esto no habrá ganadores, pues tampoco a la izquierda le sirve insistir en su amargura y odiosidad, haciéndose cada vez más detestada por el resto del país. Porque razones para detestarla ya abundan.
 
Esta es la misma izquierda que habla de igualdad mientras se hace rica a costas de todos los chilenos en arreglos corruptos y pitutos con el Estado. La misma que ataca a los empresarios y se hace financiar nada menos que por el yerno de Pinochet. La misma que denuncia el neoliberalismo viajando en primera clase. La misma que exige colegios estatales para todos menos para sus hijos que van a los colegios privados más caros.
 
La misma que habla de subir impuestos y de más legislación laboral sin haber tenido un trabajo real en sus vidas ni menos haber creado un solo empleo que no sea para parientes, capturando el aparato estatal. Es esa izquierda que habla de derechos humanos pero adora a Fidel Castro de manera obscena. La que gasta miles de millones en museos de propaganda histórica dejando desprovista a la CONAF de elementos básicos para apagar incendios.
 
La que culpa de todos sus fracasos a los privados. La que promete reformas por razones ideológicas sin asumir ningún costo por el daño que causa, porque la verdad es que no les importa dejar a millones en las calles y sin oportunidades si a través de ello puede satisfacer su afán de destruir lo que aborrece. Avilés fue en buena medida víctima de esa izquierda, la que, lamentablemente, tiene más adeptos de lo que cualquier sociedad mentalmente sana puede soportar.

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Las opiniones expresadas en la presente columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan las de Fundación para el Progreso, ni las de su Directorio, Senior Fellows u otros miembros.

Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan las de Fundación para el Progreso, ni las de su Directorio, Senior Fellows u otros miembros.

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