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Aspiración e identidad nacional: Ni por la razón ni por la fuerza Publicado en El Mercurio, 10/12/2019

Aspiración e identidad nacional: Ni por la razón ni por la fuerza

Aquí nacimos. Aquí están nuestros lazos de familia y amistades. Aquí trabajamos y descansamos. Aquí nos gusta ser lo que somos. Y si en circunstancias extremas nos sentimos violentados o indeseados, pues hay otras latitudes. Pero no es el caso. No es lo que queremos.

Y es que ser chileno no es un acto racional ni forzado. No tenemos que pensarlo. Es parte de los sentimientos, de los afectos, pero también una gran responsabilidad. De allí que la respuesta a la convulsión que vivimos no es huir, sino hacer una reflexión profunda y actuar en consecuencia, que es mucho más que una nueva Constitución, un nuevo presupuesto o impuestos y regulaciones. Es más que reforzar el Estado de Derecho y el sistema de seguridad. El desastre de estos días debe llevar a preguntarnos cuáles debieran ser nuestra identidad y nuestra aspiración nacional. ¿Por la razón o por la fuerza? No es tan simple; es más bien una cuestión de sentido común.

¿Qué queremos ser? ¿No es un país con altos grados de integración social? ¿Un país seguro, donde imperen el respeto, el Estado de Derecho y la igualdad ante la ley? ¿No es un Chile diverso, donde cada cual emprende sus proyectos sin más restricciones que observar las leyes, sin dañar a otros y reconociendo el derecho de los demás a hacer sus vidas?

¿No queremos un país abierto al mundo, que atraiga talentos y que sea abierto de mente, pero cohesionado en torno a valores esenciales para una vida social virtuosa? ¿Y un Estado eficiente al servicio de las personas, libre de intereses espurios y respetuoso del ámbito privado?

¿Acaso no queremos una sociedad civil capaz de operar armónicamente con el Estado y el mercado, desarrollando soluciones privadas para complejos problemas públicos? ¿Qué tal la alternancia en el poder y el respeto a las minorías, para que las mayorías, a veces usando al Estado, no puedan aplastar a estas últimas y a sus individuos?

¿No deseamos un país innovador, global y pujante, con más y mejores empleos y oportunidades para los emprendedores jóvenes que desafían a las firmas establecidas? ¿Qué hay de tratar con respeto a nuestros adultos mayores? ¿No soñamos con un sector empresarial renovado y creativo frente a los desafíos y oportunidades de la revolución tecnológica y con una educación a la altura, donde todos tienen una oportunidad igualitaria? ¿Quién no quiere un país así, libre, digno, próspero, sustentable y en paz, donde dan ganas de arraigarse y hacer familia?

"Independientemente de las causas y de los intereses involucrados —desde una conspiración hasta una auténtica sensación de abuso, con su legítima búsqueda de justicia, pasando por delirios revolucionarios y crimen organizado—, lo que nos ha pasado es una gran oportunidad para replantear nuestros sueños, y así forjar una identidad renovada que nos permita volver a sentir orgullo de ser chilenos".

Estas son, creo, las aspiraciones de sentido común e incluso intuitivas que pueden alimentar una identidad nacional que nos entusiasme y ennoblezca.

Independientemente de las causas y de los intereses involucrados —desde una conspiración hasta una auténtica sensación de abuso, con su legítima búsqueda de justicia, pasando por delirios revolucionarios y crimen organizado—, lo que nos ha pasado es una gran oportunidad para replantear nuestros sueños, y así forjar una identidad renovada que nos permita volver a sentir orgullo de ser chilenos.

Algunos ya se anticiparon. Por ejemplo, 'El Otro Modelo', que hace un tiempo impulsaron el profesor Fernando Atria y otros autores, propone ir del 'régimen neoliberal al ámbito de lo público', quizás con la famosa retroexcavadora. Esta aspiración, aun cuando quieran asociarla a marchas multitudinarias, tiene un problema: no solo tiene poco de nuevo y mucho de fracasos de similar ideología, sino que además no se concilia con la libertad, la dignidad, la prosperidad, la sustentabilidad y la paz. Esta, como otras parecidas, es incapaz de reconocer a los individuos libres como fuerza creativa para el progreso humano.

Antes de constituciones y reformas es imperativo y responsable considerar esto desde el sentido común e incluso auscultando el alma. No debemos dejarnos llevar por el ímpetu de las peores experiencias, que aun adornadas intelectualmente, nos llevarán a un Chile que no nos enorgullecerá.

Ahora, los defensores de una sociedad libre, lejos de andar a la defensiva, debemos, con la frente en alto y con mucha energía, recoger el guante, refrescando las ideas y propuestas, liderando el proceso de cambios por el Chile que merecemos.

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Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan las de Fundación para el Progreso, ni las de su Directorio, Senior Fellows u otros miembros.

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