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Ampuero, Rojas y los hijos del Che Publicado en El Mercurio, 10.11.2015

Ampuero, Rojas y los hijos del Che

imagen autor Autor: Axel Kaiser

"¡Somos los hijos de Guevara, los hijos de Chávez y Fidel... unidos combatiendo hasta vencer o morir!", cantaban los partidarios de la lista de extrema izquierda CRECER cuando pasó a la segunda vuelta en la recientes elecciones de la FEUC. El video con los cánticos circuló extensamente y resultó chocante para mucha gente. ¿Cómo era posible -se preguntaban- que después de todo lo que sabemos sobre el socialismo marxista, su carácter criminal, la miseria generalizada que provocó y la división fratricida a la que llevó a tantas sociedades, incluida la nuestra, un numeroso grupo de jóvenes, todos privilegiados por cierto, se declararan herederos de una tradición que encuentra su principal motor en el odio y el deseo de matar a otros?

Roberto Ampuero y Mauricio Rojas, el primero ex militante comunista y el segundo ex miembro del MIR, en su reciente y estremecedor libro "Diálogo de conversos", nos dan pistas para entender este fenómeno. Ambos quisieron hacer de Chile un paraíso comunista, el primero con las armas más bien intelectuales, el segundo fusil en mano. Y ambos, en el exilio, despertaron de la fiebre revolucionaria que los embargaba para entender algo a lo que muchos estudiantes hoy parecen completamente ajenos: que la utopía socialista, ese esfuerzo por construir un paraíso sobre la tierra donde el hombre nuevo viva en la abundancia absoluta e igualitaria, es una meta tan grandiosa que no hay costo lo suficientemente alto para su realización y, por lo mismo, debe conducir inexorablemente a la dictadura y al genocidio.

Como ocurrió a Ampuero y a Rojas, no cabe duda de que la mayoría de los estudiantes que en Chile se identifican con doctrinas de extrema izquierda desean hacer el bien. De lo que uno duda es de su capacidad de entender realmente lo que están proponiendo y aquello con lo cual se están identificando.

¿Qué significa declarase "hijos del Che"? Pues esto es lo que el Che tendría que decirles: "El odio como factor de lucha; el odio intransigente al enemigo, que impulsa más allá de las limitaciones naturales del ser humano y lo convierte en una efectiva, violenta, selectiva y fría máquina de matar... un pueblo sin odio no puede triunfar sobre un enemigo brutal". En otra oportunidad diría: "No soy Cristo y filántropo, soy todo lo contrario de un Cristo. Lucho por las cosas que creo con toda las armas a mi alcance y trato de dejar muerto al otro". Y agregaría: "Tenemos que crear la pedagogía de los paredones del fusilamiento y no necesitamos pruebas para matar a un hombre".

¿Realmente es eso con lo que se identifican los jóvenes de izquierda?, ¿buscan convertirse en frías máquinas de matar, como lo hizo Guevara, quien era conocido en Cuba como "el carnicero de La Cabaña" porque efectivamente terminó convirtiéndose en un despiadado asesino que ejecutó y ordenó ejecutar a cientos de personas solo por pensar distinto?

¿De verdad quieren para Chile el odio y la dictadura de Fidel Castro, denunciada por todas las organizaciones de Derechos Humanos del mundo por sus torturas, presos políticos, miles de asesinatos, policías secretas, además de mantener a la población cubana en la miseria mientras los líderes del partido viven como multimillonarios?

¿Seriamente desean para sus compatriotas el camino que Chávez impuso en Venezuela, uno de los países más ricos del mundo en recursos naturales convertido hoy en una narcodictadura en que no existe ni lo mínimo para que la gente atienda sus necesidades básicas dada la catástrofe humanitaria que causó el socialismo del siglo XXI?

¿Creerán de verdad en lo que dicen los propagandistas del régimen cubano y venezolano, en el sentido de que todos esos son inventos imperialistas, pero que por lo demás en Cuba y Venezuela reina un paraíso de igualdad, democracia, libertad y abundancia y, si no lo hay, es por culpa de los "gringos" capitalistas?

¿Están dispuestos realmente a "vencer", es decir, a matarnos, encarcelarnos, torturarnos, expulsarnos y reprimirnos a todos los que no compartimos su filosofía marxista como lo estuvieron Guevara, Castro y crecientemente el régimen que fundó Chávez?

Por último, y más importante aún, ¿están sinceramente dispuestos a que los maten, como estuvieron Rojas y Ampuero, por llevar adelante el sueño de su ídolo máximo, el Che, quien por lo demás murió abandonado en Bolivia luego de ser traicionado por Castro, otro de sus ídolos?

Si están dispuestos a todo eso, al asesinato, a la mentira, a la tortura, a la dictadura, a los campos de concentración tipo La Cabaña que dirigía el Che, a crear miseria para los chilenos, a ser muertos y a traicionarse entre ellos, entonces son verdaderos hijos de Guevara, de Fidel y de Chávez y los demás debemos darnos por notificados. Si no es así, entonces lo mínimo que podemos exigirles es un poco de responsabilidad y criterio respecto a las ideas, la retórica y la causa que llevan adelante.

Como nos enseñó un conocido profesor de Derecho, hoy polémico rector de una importante universidad, ser joven y estudiante no provee una licencia para ser irresponsable y, menos aún, estúpido. Rojas y Ampuero entendieron esto y despertaron de la mitología refundacional marxista en una época en que el fracaso del socialismo y su carácter criminal no eran ni la sombra de lo conocido que es hoy. Los jóvenes chilenos que ven en esa misma receta la esperanza de construir un mundo mejor tienen más información que la que tuvieron los de otra época. Ellos están a tiempo de buscar un camino pacífico, respetuoso y realista para ayudar al prójimo y no desperdiciar sus vidas para una élite política redentora que, como ocurrió a Rojas y a Ampuero, pretende usarlos fríamente para avanzar su locura moral y sus propios deseos de poder y riqueza.

El libro "Diálogo de conversos", de dos ex marxistas como son Ampuero y Rojas, es un regalo para estos estudiantes que viene de manos de una generación que sufrió en carne propia las consecuencias del delirio ideológico izquierdista. Ojalá lo aprovechen, por el bien de Chile, pero, sobre todo, por el de ellos mismos.

 

Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan las de Fundación para el Progreso, ni las de su Directorio, Senior Fellows u otros miembros.

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