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Una parte de mí quiere a Milei Publicado en El Mercurio, 20.10.2023

Una parte de mí quiere a Milei

El Papa Francisco trató a Milei, de «Adolfito», comparándolo con Adolf Hitler. Lamentable. Nada más alejado de Milei, un escéptico del Estado y del control político, y un tenaz defensor de la dignidad y la libertad individual. Ante tanta beligerancia e intromisión política (socialista) de Bergoglio en sus más de diez años como papa, Milei llegó a calificarlo como «el maligno». ¿Y Milei, acaso, se considera «el benigno»? Ese mesianismo, esas categorías escatológicas, católicas y bíblicas de analizar la política, son un peligro, y uno de los principales males latinoamericanos heredados de la cultura hispánica —como explican Loris Zanatta y Carlos Rangel—. Y por eso, en parte, lo votan. Su mesianismo, perturba. Y sus formas, también, especialmente a nosotros, los chilenos, que no estamos acostumbrados a la opinión, a la discusión y a la confrontación de ideas. ¿Algo más? Sí, su soledad. Milei no tiene redes ni partidos históricos que lo apoyen y le entreguen estabilidad, muñeca y cuadros. En Chile, el Frente Amplio, ya zozobra con sus confundidos, inexpertos y corrompidos asesores. Milei, en todo caso, se ha ido reforzando con personas como el economista Emilio Ocampo y exfuncionario del BID, Guillermo Francos.

Falta lo peor: la izquierda, ¿lo dejará gobernar? A Macri le sacaron piqueteros día por medio. Hace unos días anduve recorriendo los pantanos y la selva que rodea el río Paraná. «¿Adónde están los Moyano?», decían una y otra vez, haciendo alusión a los líderes camioneros que de repente desaparecieron y bajaron su intensidad. Basta imaginarse lo que le hicieron acá los «demócratas de izquierda» a Sebastián Piñera en sus dos gobiernos. ¿Qué esperar de los «demócratas de izquierda» de allá? Uno de los líderes sindicalistas acaba de decir: «[A Milei] hay que meterlo en cana, si gana no va a poder asumir». ¿No les da un poco de nervio Milei?, le pregunté a guardaparques, taxistas, hoteleros, pescadores, meseros y compañeros de viajes. ¿Qué peor vamos a estar? Me respondían todos, de todas las edades, y todos los días. En Buenos Aires, las respuestas variaron. Pero, ¿qué quiere hacer Milei? ¿Politizar y controlar a los jueces; facilitar expropiaciones injustas (ver caso reciente de YPF); crear empresas estatales; incentivar el desborde financiero de las regiones; controlar la educación en todos sus niveles; quitarle autonomía al Banco Central? Todo eso ya ocurre de facto en Argentina, y todo eso se quería hacer en Chile oficialmente con propuesta constitucional que rechazamos. Milei quiere hacer todo lo contrario.

«Yo tiendo a creer que votaría por Bullrich, por temeroso quizás, pero como no vivo allá, mi voto no es robusto. Sin embargo, sigo al Presidente Boric: reconozco que "una parte de mí" quiere que gane Milei. La diferencia es que Milei ofrece algo; nuestro Presidente, frente al capitalismo, nada».

Milei apareció en Argentina porque llevan cien años destruyendo ese país que llegó a ser de los más ricos del mundo. Allá, consolidaron unas instituciones similares a las que nos ofrecieron los constituyentes: instituciones que le daban poder e impunidad a los políticos y poderosos, generando cooptación y grupos de interés vecinales, sindicales y empresariales prácticamente imposibles de derribar.

¿Y si Milei fracasa? No sería el fracaso del liberalismo, sería el fracaso de no lograr aplicarlo. Si no fuese así, los últimos 250 años de la historia mundial no serían una realidad; la historia de Escocia, Inglaterra y Estados Unidos serían un espejismo; y los últimos cuarenta años de Suecia, Nueva Zelanda y Chile serían una simple alucinación. Pensar diferente, es simplemente negar la realidad, lo que lamentablemente es una práctica más común de lo que uno podría llegarse a imaginar. Y si Milei gana, quienes lo apoyan, o quienes creemos en la democracia liberal, tenemos que criticarlo apenas empiece a romper sus bases, si es que lo hace.

Quienes dicen que lo hará, no tienen argumentos de verdad, porque lo dicen y lo dirán siempre, tal como lo dijeron de Sebastián Piñera —que era un dictador, un violador de DD.HH.— y lo hacen ahora con José Antonio Kast, a quien no paran de caricaturizarlo, al extremo de relacionarlo con los Nazis —hasta el Washington Post—. Criticar es importante, porque hay que marcar diferencias con la izquierda, tal como se ha hecho en este último proceso constitucional, aunque lo nieguen. No hay que olvidar que la izquierda prácticamente nunca criticó a Chávez a pesar de que destruía un país completo. Boric, ya adulto, lo apoyó hasta su muerte, ¡e incluso despúes apoyó a Maduro! Yo tiendo a creer que votaría por Bullrich, por temeroso quizás, pero como no vivo allá, mi voto no es robusto. Sin embargo, sigo al presidente Boric: reconozco que «una parte de mí» quiere que gane Milei. La diferencia es que Milei ofrece algo; nuestro presidente, frente al capitalismo, nada. O quizás sí, confusión, liviandad y frivolidad.

Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan las de Fundación para el Progreso, ni las de su Directorio, Senior Fellows u otros miembros.

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