Postas, retenes y escuelas
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Publicado en La Segunda, 06.11.2024Estos gobernantes están desprestigiando a nuestra generación. Tener 35 o 40 años no es poca vida. No puede ser que sigan haciendo el loco cada vez que se hacen cargo de algo. Ahora van a dejar al Estado sin un solo peso y totalmente endeudado. Y quieren camuflar deuda a través de un «fondo autónomo», una burda mariguanza contable que debe ser de lo más bajo que han caído Marcel y sus secuaces. Resulta que ahora también se les ocurrió destruir la pesca deportiva, una actividad verde —no hablaré de «especies invasoras»— e inofensiva, que, además, da trabajo a miles de chilenos que hacen patria en lugares inhóspitos.
«Estos gobernantes están desprestigiando a nuestra generación. Tener 35 o 40 años no es poca vida. No puede ser que sigan haciendo el loco cada vez que se hacen cargo de algo».
Como decía, 35 y 40 años no es poco. Yo mismo llevo más de 30 años recorriendo Chile persiguiendo truchas, bagres y pejerreyes. La pesca indiscriminada y el uso de mallas, e incluso dinamita, había destruido la pesca en casi todos los ríos, lagos y lagunas al norte de Puerto Montt. Truchas y pejerreyes gigantes eran recuerdos del pasado. La revista Cazar & Pescar traía unas crónicas antiquísimas de un tal Amos Burn, acompañadas a veces con fotos. Eran enormes pescados, del Cachapoal, el Teno o el Bueno. Tiempos en blanco y negro. A pesar de las leyes, la fiscalización de las «artes de pesca» fue siempre nula. El Sernapesca no existía. Con mi carnet en mano, nunca, pero nunca, fui fiscalizado. Ni en el Imperial, ni en el Renaico, ni en el Yelcho. Menos en el valle del Aconcagua. Estos últimos años, sin embargo, esto se estaba revirtiendo. Cuencas como las del Panguipulli y el Enco se habían recuperado y la región de Aysén está ahora sensibilizada, fiscalizada y recibiendo dólares. Pero ahora, oh sorpresa, el Frente Amplio quiere hacer legal toda la pesca ilegal e indiscriminada. Son varias sus ideas, pero una de las más chistosas es permitir la «pesca de subsistencia». Los argumentos jesuíticos de apoyar la «economía familiar de comunidades» son burdos, paternalistas e ignorantes, dignos de políticas públicas redentoras desde Ñuñoa para el mundo. Cualquier persona que haya caminado por las cuencas del Budi, el Melado o el Maule sabe que los lugareños sacan róbalos, salmones y pejerreyes cuando quieren, no piden permiso para vivir.
Legalizar esto, permitiendo aparatos de pesca masivos y sin límite de cantidad, como hace esta ley, arriesga a hacer desaparecer a truchas y salmones (y también percas y puyes y cauques). Por años se criticó la «pesca de investigación», porque supuestamente serviría a científicos preocupados por los «maritorios» pero en realidad la utilizaban «científicos» preocupados por el maldito dinero. Sin exagerar, además, se está creando otro rubro para el crimen organizado, que ya azota el sur vía contrabando de salmones. Dicen que van a fiscalizar, pero no son capaces ni de fiscalizar la pesca industrial y van a salir tras pescadores de Chinooks en el río Calcurrupe. Un chiste.
Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan las de Fundación para el Progreso, ni las de su Directorio, Senior Fellows u otros miembros.
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