El libro de reglas
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En 1853, José Victorino Lastarria volvió a Chile luego de un breve exilio en Perú después de oponerse al gobierno presidencialista, primero al norte para finalmente refugiarse en el Puerto de Valparaíso.
Lastarria fue un liberal visionario y probablemente vio en Valparaíso la tierra fértil para los espíritus libres y disruptivos, donde nacen los innovadores que en todos los tiempos impulsan el progreso humano. La pluralidad dinámica del puerto contrastaba con la letanía monótona de la mentalidad estamental, tradicionalista y conservadora del Chile interior.
Decía Lastarria: “Es necesario que algunos individuos de esta generación salgan de la capital para ver la diferencia que hay entre Santiago i cualquier otra ciudad de América i Europa, i aún entre ella i Valparaíso. Al volver a la ceniza, como dicen, no pueden explicarse la apatía i serenidad de los ciento veinte mil vecinos de Santiago, sino calumniándolos i culpándolos de hábitos que no son sino el resultado lento de un sistema”.
Lastarria al igual que Valparaíso, era despreciado por los conservadores de la época, por ser profundamente liberal, por ser de clase media, por ser ilustrado, por ser masón y por ser de provincia.
Hoy, quiero vindicar a Lastarria y también a Valparaíso, por su espíritu rebelde. El puerto protestante, bohemio, masón, donde la prensa libre bullía contra los afanes de poder y dominio centralista.
Valparaíso, un lugar que fue refugio para el amor incomprendido entre personas de distinto credo religioso, juzgado de inmoral por los ultramontanos católicos, donde las personas se casaban en secreto a pesar de las prohibiciones y tabúes. Un refugio para la libertad individual en definitiva. Por lo mismo, un lugar donde sin importar tu origen o raza podías comerciar libremente, y si el esfuerzo y la suerte acompañaban, podías prosperar mirando al horizonte infinito del Pacífico.
Hoy quiero recordar que Valparaíso fue bastión de la rebeldía liberal no sólo en términos políticos, contra la prepotencia del poder presidencial, sino también de manera cultural contra una sociedad pacata, reacia a lo distinto, cuya pretensión homogeneizadora daba más primacía a la censura que la creatividad, que emana de la rica subjetividad humana.
Que la rebeldía del puerto, que encarnó José Victorino Lastarria, sea nuestro referente cultural, político y ético hoy día. Que así sea. Muchas gracias.
Jorge Gómez Arismendi
Octubre 2015
Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan las de Fundación para el Progreso, ni las de su Directorio, Senior Fellows u otros miembros.
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