¿Estamos preparados para el Arte democrático?
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Publicado en La Segunda, 30.07.2025
Publicado en La Segunda, 30.07.2025
Autor: Fernando Claro
Mientras la derecha hace patéticas pataletas, la izquierda improvisa en el humor con mariguanzas lógicas explicando por qué Jeanette Jara no sería realmente comunista. O por qué ella, una afanosa militante comunista-leninista desde los 14 años, sería ahora entibiada en sus ideas, atemperada en su estilo de vida, aplacada, al final, de su religión, de una religión que es ineludible, porque el comunismo-leninismo es omniabarcante e insoslayable.
Lo que profesa nuestro PC chileno no es solo una idea, sino un estilo de vida, una comunidad que entrega compañía y sentido a muchas personas que se casan entre ellas, que se solazan entre ellas y que leen libros entre ellas. Se visten igual, opinan igual, y tocan la guitarra, igual —y los que no, son sospechosos, o les será más difícil ascender en su cruel, y supuestamente inexistente, jerarquía—. La individualidad que nace de la libertad —y enriquece toda amistad— no existe, porque la duda, la diferencia y el desafío estético, o intelectual, no se aceptan. Y, como toda secta o religión, busca militantes desde temprano, desde la juventud, desde esa época en que la realidad y los hechos no importan, ya que en esos años mozos solo se sueña y se vive de la ilusión. Esto es importante porque hay un objetivo: que nunca más importe la realidad. Habrá que seguir diciendo que no se matan a los gays en Cuba y que hay elecciones libres en Venezuela.
«Esa paciencia es la que les ha permitido a los comunistas avanzar en Chile. Y como no lograron el zarpazo final en la Convención, seguirán avanzando de a poco y sumando sueldos, esos sueldos que se donan al partido, porque no son mérito del individuo, sino que del partido».
Una de las características de los comunistas es su paciencia y su optimismo, debido a que su horizonte vital es lejano, si no infinito, porque la Historia avanza hacia ese horizonte, el del partido, no el de las personas —las personas no importan—. Esa paciencia es la que les ha permitido avanzar en Chile: sin diputados ni senadores por años, en 2010 no solo entraron a una coalición, sino que hoy, en 2025, la dominan. Y como no lograron el zarpazo final en la Convención, seguirán avanzando de a poco, conquistando lugares, quizás gobernando, quizás retrocediendo, pero sumando posiciones, y sumando sueldos, esos sueldos que se donan al partido, porque no son mérito del individuo —que al final no existe, y no debe existir— sino que del partido. Quizás avancen y luego retrocedan, pero siempre estarán pendientes del momento exacto que les permita hacerse del poder total, dar el zarpazo final e implantar el totalitarismo, como lo han hecho en todos lados y donde nunca, pero nunca, han avisado.
Yo creía que lo único malo del Rechazo era que no nos permitiría decir, «viste, te lo dije», tal como como hoy lo hacemos con Boric y su feminismo, su Wallmapu y sus libros. Y tal como se les dice a miles de venezolanos en Madrid, Nueva York, Lima, Bogotá y Santiago, muchos «grandes intelectuales» quienes insistían con la desigualdad, con Fidel, y con Chávez. Quizás ni hubiese servido, ya que, como Cuba, Chile seguiría siendo un paraíso.
Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan las de Fundación para el Progreso, ni las de su Directorio, Senior Fellows u otros miembros.
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