Universidades, sueldos y prestigio
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El LiberoEn Chile, fines y medios se confunden en una mezcolanza obscena y peligrosa. Una irresponsabilidad preocupantemente fatal.
Detrás de todos los escándalos nacionales, desde el fútbol a la política, predomina un elemento común: la irresponsabilidad. Nadie parece tener muy presente las consecuencias de sus actos o decisiones. Partiendo por la Presidenta Bachelet y su gobierno, y continuando con la oposición, algunos hombres de negocios, Arturo Vidal, Gonzalo Jara, los profesores, etc.
El problema es que esto no sólo se queda a nivel de personajes públicos, organizaciones y gremios, nos alcanza a todos los ciudadanos de este país. Cuando conviene, se levanta la mano exigiendo actuar con ética, sin importar lo que diga o prohíba la ley. Cuando no, como ocurrió hace poco con el fútbol, se guarda la ética en un cajón y se apela a los vacíos que tiene la ley o en el anhelo imperioso de lograr un “fin superior”, como es ganar una copa. Al final del día, tal parece que muchos apelan al cinismo, políticos o futbolistas, o quien sea, con tal de “sacarla barata”.
El criterio de la impudicia está proliferando de manera preocupante en el espacio público nacional. Se hizo visible en la forma en como actuaron los partidos políticos frente a casos como Penta y SQM, y en la manera en que el gobierno decoró el discurso para promover la reforma tributaria. Ni hablar de la propuesta constitucional del PS, donde se contempla la capacidad del Presidente de disolver el Congreso; o de la propuesta de reforma laboral, que al parecer podría tener –al igual que la tributaria- resultados no esperados; o en el paro de los profesores, que podrían dejar sin clases a miles de niños, “todo el año en paro si es posible”, como dijo un dirigente, sin importar lo que eso significa en sus vidas y en las de sus entornos inmediatos. ¿Simple voluntarismo o falta de ética de la responsabilidad?
Peor aún, la ética de la irresponsabilidad se ha visto reforzada públicamente en las últimas semanas, no sólo porque el gobierno aún no llena ciertas vacantes como las de Contralor, presidente del Banco Estado, subsecretario de Previsión Social o jefe del Instituto de Salud Pública (lo que en el fondo denota la inutilidad de algunos cargos para la vida republicana), sino también porque la Presidenta, ante las consultas por dichos puestos vacíos, respondió de manera más coloquial que solemne, como se supone lo exige el cargo. Estamos ante un gobierno irresponsable. Y lo que resulta más preocupante es que se les concede la facultad de decidir sobre nuestras vidas.
Como predomina la ética de la irresponsabilidad, a nadie pareció importarle que una vez conocido el accidente de Arturo Vidal, la Presidenta Bachelet, con tal de recuperar apoyos, se quedara callada y al partido siguiente, como si no hubiera pasado nada, se fuera al camarín a sacarse selfies con La Roja. Eso, después de aplaudir y festejar una Ley Emilia que condena ese tipo de actos. En Chile, fines y medios se confunden en una mezcolanza obscena y peligrosa. Una irresponsabilidad preocupantemente fatal.
Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan las de Fundación para el Progreso, ni las de su Directorio, Senior Fellows u otros miembros.
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