Josef Stalin señalaba que: «La muerte de una persona es una tragedia, la de un millón es una estadística». Es trágico pensar que la ministra del Interior es más cercana a este frívolo razonamiento que al dolor de las personas, familias y barrios que sufren, mueren o se desintegran por los homicidios y la delincuencia. Como máxima autoridad a cargo de la seguridad pública, sus declaraciones son un reflejo de un inexplicable conformismo gubernamental, frente a la inseguridad en el que nos encontramos.
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