El Gobierno y las multinacionales
Señor Director: Le agradezco a don Juan Gabriel Valdés su nota de ayer. El Presidente dijo en la ONU que […]
Publicado en El Mercurio, 29.12.2021Señor Director:
Jorge Peña sigue alborotado porque ahora me achaca el defender una “libertad del todo individualista”, pero, de nuevo, no argumenta. No sé por qué me dice eso, la verdad.
En todo caso, si defender la primacía de un individuo (una víctima de una violación o la humanidad de un militante) por sobre un supuesto “bien mayor” del colectivo (una Iglesia o un partido político), diría que sí, que soy un “individualista”. Hay personas que no lo son y por eso ha pasado lo que ha pasado. Sin embargo, me gustaría aclarar que no defiendo ideas que prohíban una vida comunitaria y solidaria; que prohíban los impuestos para financiar al Estado o que prohíban la existencia de iglesias. Tampoco defiendo la prohibición de una empresa que lucre educando personas o la de fundaciones que defiendan el Ciprés de las Guaitecas, que promuevan la ayuda a niños desamparados o que propaguen la devoción a la Virgen María.
Peña no aclaró por qué trató de “frívola” la descripción que hizo Adriana Valdés. Supongo que fue porque no se preguntó por el “bien común”, como ahora me critica a mí. Parece que cuando se describen costumbres como la migración campo-ciudad, o la influencia de religiones, hay que preguntarse por el bien común, aunque, ojo, para que esta no sea una pregunta “frívola”, debe tomarse en cuenta el “bien” dentro de la idea que ha sistematizado intelectualmente la Iglesia Católica. No otra.
Respecto de esto último, podría responderle que sí, que considero una contribución al bien común y a una vida armónica en sociedad que se protejan los humedales y las araucarias; que los separados puedan entrar a comer a casas de católicos; que las personas puedan divorciarse; que las mujeres no tengan roles fijos; que los homosexuales puedan realizar sus proyectos de vida y no se les considere llevar una vida “no plena” (y la consecuente negación de sus derechos); y así.
Finalmente, sobre el tema que nos convocaba: no creer en esto último y manifestarlo explícitamente como caballo de batalla es simplemente un chiste electoral. El presidenciable que no asuma eso tendrá que esperar una nueva invasión católica o musulmana —por no decir la china que se nos viene—.
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