La hegemonía cultural, como la llamaba el marxista Antonio Gramsci, está en manos de la izquierda. Algunos indicadores corroboran esta impresión. El índice de Mentalidad Capitalista Global desarrollado por los profesores Pal Czegledi y Carlos Newland que mide actitudes populares respecto al capitalismo, ha concluido que Chile se encuentra en la parte baja de la lista junto a países como Argentina y Brasil. Ahora bien, si le creemos a Michael Porter, una cultura popular favorable al libre mercado es imprescindible para lograr prosperidad económica. En Chile esa cultura, que era más fuerte en los noventa, se ha debilitado dramáticamente de manos de un discurso igualitarista auto flagelante en el que ha caído hasta la centro derecha.
Así las cosas, la tesis de que la Nueva Mayoría no supo leer el descontento y de que la población no se opone a la modernización capitalista es, al menos, parcialmente incorrecta. Lo que vemos es que la mitad de los chilenos que fueron a votar lo hicieron por quienes quieren cambiar el sistema de mercado por la retroexcavadora de Bachelet -o la dinamita del FA- y que su baja aprobación en las encuestas se debió en parte a que no fue lo suficientemente radical. El desprestigio del mercado, lo vengo repitiendo hace más de diez años en este y otros espacios, terminará por acabar con el potencial de llegar al desarrollo de nuestro país.
Una élite empresarial pasiva, muchas veces abusiva y otras acomplejada ha contribuido decisivamente a que esto ocurra. Se podrá decir que la izquierda perderá la elección de todos modos, que aún hay sectores moderados en la Nueva Mayoría o que el FA se terminará fragmentando haciendo imposible llevar adelante su proyecto populista. Todo eso puede ser cierto, pero no cambia el hecho de que casi la mitad del país que vota lo hace por más estatismo y menos iniciativa privada. Ese es el gran triunfo de la izquierda y de Bachelet. Por cierto el FA no descansará hasta que haya llevado a cabo su asamblea constituyente, su liquidación del sistema de AFP, la terminación de las Isapres, etc. Que lo consigan es otro asunto, pero el objetivo claramente es ese y la creciente mentalidad anticapitalista de un sector considerable en Chile podría terminar haciéndolo viable.
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