No pain, no gain
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Publicado en El Líbero, 13.09.2024El exilio de Edmundo González Urrutia representa un golpe emocional y estratégico para la oposición venezolana, y a su vez, un alivio para el régimen de Nicolás Maduro. Desde un enfoque humano, es comprensible que González Urrutia haya optado por exiliarse en España tras haber sido elegido Presidente a pesar de los fraudes y amenazas constantes del chavismo. La seguridad de su familia, con algunos miembros retenidos en Venezuela como posible herramienta de chantaje, es sin duda un motivo suficiente para buscar refugio en el extranjero. Sin embargo, su partida desmoraliza profundamente a todos quienes aspiran la libertad de Venezuela, al ver fuera del territorio al líder que en enero de 2025 tiene el derecho y el deber de asumir la primera magistratura venezolana.
«El exilio de Edmundo González parece ser más un “puente de plata” ofrecido para comodidad de Maduro que un verdadero compromiso con la democracia y la fórmula electoral que derrotó a Maduro en las urnas».
Esto no sólo impacta la moral de la oposición, sino que también se enmarca en un contexto político internacional complejo. Muestra de esto es la actitud del Gobierno español que le ofrece asilo a Edmundo González, pero no lo reconoce como legítimo Presidente electo. La reciente votación en el Congreso español, en la que el PSOE votó en contra de la proposición que buscaba ese reconocimiento, pone de manifiesto que el exilio de Edmundo González parece ser más un «puente de plata» ofrecido para comodidad de Maduro que un verdadero compromiso con la democracia y la fórmula electoral que derrotó a Maduro en las urnas. Por mucho que Pedro Sánchez se reúna con Edmundo González y le asegure que continuará trabajando a favor de la democracia en Venezuela, si su partido no lo reconoce como el legítimo Presidente electo, sus palabras tienen poco valor.
Todo parece ser un baile de máscaras de fácil explicación: Maduro es un leproso político, todo aquel que se acerque a él tiene los días contados en cualquier democracia decente. Por eso la alcaldesa comunista de Lo Espejo nos dice que «no están las condiciones» para respaldar a Maduro. Pero eso no nos puede llevar a subestimar la cantidad de actores que, de forma oblicua, siguen siendo funcionales al chavismo. Aquellos que en el pasado defendían abiertamente a Chávez y a Maduro han optado por una colaboración indirecta que, aunque menos visible y aparentemente contraria al régimen, siguen facilitando la continuidad de la tiranía en Venezuela. Este tipo de complicidad, disfrazada de neutralidad, de llamados a la prudencia o «arreglar los problemas de la democracia con más democracia», termina por consolidar el control de Maduro, mientras la oposición lucha por mantenerse cohesionada y activa a pesar de las circunstancias adversas.
Maduro no dejará el poder por una simple acumulación de condenas morales a su régimen formuladas por líderes que buscan calmar sus conciencias democráticas. El fin de la tiranía en Venezuela depende de acciones concretas que faciliten la salida del poder de Maduro. La principal medida que se debe tomar es reconocer a Edmundo González Urrutia como el legítimo Presidente electo de Venezuela, pues esa es la única vía para restablecer el orden democrático y encaminar al país hacia una verdadera transición política. Sin este reconocimiento, todos los esfuerzos por denunciar los abusos del chavismo quedarán en meras palabras vacías, sin el peso político necesario para provocar un cambio real. El mundo no necesita más declaraciones de condena o advertencias simbólicas: necesita un frente internacional que reconozca formalmente el mandato legítimo de González y que respalde a la oposición con todos los recursos disponibles que permitan realmente una transición pactada.
La libertad de Venezuela no depende de las tímidas reacciones diplomáticas ni de las reuniones cargadas de buenas intenciones. Depende de la voluntad política de la comunidad internacional para imponer costos reales al régimen de Maduro y dar pasos para fortalecer la legitimidad de quienes han sido elegidos por el pueblo venezolano. La inacción o la falta de claridad en este asunto no sólo favorecen al dictador, sino que prolongan el sufrimiento de millones de venezolanos que ven postergadas sus esperanzas de cambio.
Mientras no se reconozca formalmente a Edmundo González Urrutia como Presidente, el camino hacia la libertad seguirá siendo incierto y los esfuerzos de la oposición estarán condenados a enfrentarse a un régimen que juega a la supervivencia mediante la división y el miedo.
Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan las de Fundación para el Progreso, ni las de su Directorio, Senior Fellows u otros miembros.
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