"El Papa y el capitalismo" así se titula un reciente libro de Axel Kaiser en el que analiza la visión que tiene el Papa Francisco sobre el sistema de mercado.
Definitivamente, en estos años nos “igualamos” a la media de la región en materia de inseguridad pública y ya vivimos el mismo ambiente de temor, impotencia y frustración que casi todos nuestros vecinos. Se discute mucho sobre las causas de todo esto en Chile y sobre cómo combatir la delincuencia, pero lo cierto es que el país empeoró de forma dramática en esta materia y esto constituye un reto gigantesco y decisivo para el próximo gobierno.
La Cuarta Revolución Industrial no solo generará desafíos a nivel productivo, laboral e industrial sino también político. Las máquinas podrían, eventualmente, no solo reemplazar la fuerza de trabajo y el ingenio humanos, sino mucho más.
¿Es así como se custodian nuestros parques nacionales? Un chiste. La Conaf está abandonada y sin recursos.
En un país democrático como el nuestro, su presidenta/e tiene derecho a celebrar a dictadores, pero sus ciudadanos también tienen derecho a criticar su doble estándar: Bachelet condena (con razón) a una dictadura de derecha que duró 17 años, pero se emociona con una tiranía totalitaria de izquierda que se acerca a los seis decenios.
Tenemos derecho de propiedad sobre lo que genera nuestro trabajo y no tenemos derecho a exigirle al resto que financie nuestras necesidades
"El Papa y el capitalismo" es el nuevo libro de Axel Kaiser que pretende construir un puente de diálogo entre el Papa Francisco y los fieles de la Iglesia católica que lo siguen en su visión económica y social.
La búsqueda por mejorar nuestras condiciones presentes es un impulso muy humano. La mayoría de las personas nos movemos para […]
Captar una realidad compleja y cambiante requiere herramientas conceptuales sofisticadas, más sofisticadas, al menos, que las actuales. Pero también necesita de políticos que, desde la solidez intelectual, se aboquen a la acción.
Lo más increíble fueron las reacciones de quienes perdieron: además de los decadentes y explícitos comentarios fascistas a los que ya nos tienen acostumbrados los diputados comunistas.
Los mal llamados líderes progresistas no luchan por la justicia ni la libertad del pueblo sino por la sucesión en el poder.
Reconstruir un proyecto político de desarrollo viable implica ganar a nivel de cimientos, es decir, formar una base ideológica sólida.
Dentro de nuestro afán por auto-flagelarnos institucionalmente, la democracia chilena goza de virtudes que nuestros vecinos ya quisieran. ¿Se imaginan algo así en Bolivia, Venezuela o incluso en Argentina?
Bajo un discurso plagado de buenas intenciones se esconde la más profunda contradicción moral del progresismo de izquierda: su animadversión a lo distinto y su clasismo retrógrado y oligarca.
La izquierda chilena debe reflexionar profundamente sobre las causas de su derrota.
Gutiérrez no tiene prudencia, una virtud política esencial para los griegos. El diputado es un demagogo en sentido griego: un simple adulador del pueblo.
La figura del estadista debe lidiar con formas adversas porque gobierna para todos y no solo para algunos.
"Es hora de que nos olvidemos del legado de la Nueva Mayoría y retomemos la senda de las buenas políticas públicas."
Dentro de nuestro afán por autoflagelarnos institucionalmente, la democracia chilena goza de virtudes que nuestros vecinos ya quisieran.
Si Piñera logra convertirse en más que un paréntesis en una larga trayectoria política nacional dominada de manera aplastante por la izquierda, se erigirá, plausiblemente, como el político chileno más relevante de la primera mitad de este siglo: uno que logró definitivamente torcer la porfiada mano de la historia para comenzar a escribirla desde la derecha.
«El progreso no es una bendición ininterrumpida.
A menudo viene con sacrificios y luchas.»