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Bob Lucas in memoriam: un Nobel anti-keynesiano Publicado en El Líbero, 17.05.2023

Bob Lucas in memoriam: un Nobel anti-keynesiano

El lunes nos ha dejado Robert (Bob) E. Lucas Jr. (septiembre 15, 1937-mayo 15, 2023), uno de los economistas más brillantes de la segunda mitad del siglo XX. Es difícil hacerle justicia a las enormes contribuciones que Lucas hizo a la ciencia económica en una breve columna, ya que es difícil encontrar algún otro economista en el siglo XX que haya hecho mayores contribuciones que este a nuestra forma de pensar. Lucas recibió el Premio Nobel de economía en 1995 por «haber desarrollado y aplicado la hipótesis de las expectativas racionales, y así haber transformado el análisis macroeconómico y profundizado nuestra comprensión de la política económica» (Lex Prix Nobel, 1996).

Bob fue caracterizado por Gregory Mankiw como «el macroeconomista más influyente del último cuarto del siglo XX» (ver aquí). Hoy, Lucas está clasificado dentro de los veinte economistas más citado del mundo (ver aquí).   

Bob Lucas fue uno de los padres fundadores de la nueva economía clásica (new classical economics) y el líder de la segunda ola de economistas liberales de la Escuela de Chicago. Entrenado en Chicago bajo la mano de Milton Friedman, Bob luego pasó la mayor parte de su carrera en dicha Alma Mater, transformándose en un pilar de la economía de esta escuela. Si el Nobel Milton Friedman, durante 1960-1985, fue el gigante liberal de la Escuela de Chicago y el pilar de a la macroeconómica de su época, un rol similar jugó Bob Lucas después, al convertirse en el líder de dicha escuela y el líder de la macroeconómica contemporánea entre 1985-2010. De hecho, siguiendo los pasos de Milton Friedman y el monetarismo durante la década de los ’70, Lucas fue uno de los principales economistas que formuló una respuesta científica al fracaso del pensamiento económico keynesiano durante la década de 1970, que había llevado a un espiral inflacionario, enormes déficits presupuestarios y aumento de deuda pública, y a un insostenible crecimiento de la burocracia estatal en Estados Unidos. 

«Pocas personas pensaron más seriamente, o con mayor efecto, sobre la realidad económica y las implicancias de la política en la realidad que Robert Lucas. El mundo es hoy un lugar mejor, más libre y con políticos más sometidos a reglas gracias a Bob».

En un artículo de 1979 en coautoría con Thomas Sargent, Lucas analizó el daño causado por el intervencionismo ad hoc y el pensamiento keynesiano durante la década de 1970: «Que las predicciones [keynesianas] fueran tremendamente incorrectas y que la doctrina en la que se basaron es fundamentalmente defectuosa son ahora simples cuestiones de hecho que no implican ninguna novedad en la teoría económica» (Lucas y Sargent, 1979). Durante la década de los ’70 Robert Lucas publicó dos artículos notables que terminarían por destruir el edificio intervencionista keynesiano: primero en 1972, Lucas publica «Expectations and the Neutrality of Money», ensayo que funda la idea de las expectativas racionales (rational expectations). Siguiendo los pasos que Friedman y Muth habían trazado respecto al rol de las expectativas de los agentes en asimilar la política monetaria, Lucas (1972) arroja novedosa luz sobre la relación entre las expectativas racionales y la política monetaria. El paper argumenta que cuando los individuos tienen expectativas racionales, los cambios hechos por los policy makers en la oferta monetaria no tienen efectos reales en la economía y la neutralidad del dinero se mantiene. 

Lucas (1972) presenta entonces un modelo que incorpora expectativas racionales en un análisis de los efectos de los cambios en la oferta monetaria. Sugiere que los individuos ajustan sus expectativas (casi de forma automática) en respuesta a cambios en la oferta monetaria, lo que elimina el efecto sobre variables reales como la producción y el empleo. Esto eliminaría el efecto sorpresa de la expansión monetaria en producción y empleo que era una de las herramientas típicas del esquema keynesiano de la época. Lucas concluye que una política monetaria estable, que se ajuste a reglas, y que sea consistente con las expectativas racionales de los individuos será más eficaz para promover la estabilidad económica que los intentos de manipular la oferta monetaria por parte de burócratas.

Con dicho artículo, los días del keynesianismo mecánico y simplista -en donde se veía al economista como un simple fontanero que interviene una máquina gigante apretando botones y palancas, y que los políticos podían manipular con resultados predecibles- habían terminado, y la hegemonía keynesiana completamente desacreditada. Este trabajo es clave para la historia de la economía política ya que es uno de los pilares modernos que desacredita y va contra la discreción, la política pública ad hoc sin reglas y contra el intervencionismo sin control; todas aberraciones de la política que surgieron de la hegemonía keynesiana de los 60-70.

Lucas y Sargent predijeron correctamente que la forma en que los economistas piensan sobre la política pública pasaría de diseñar la intervención correcta a cada instante, a centrarse en lo que importa: «La necesidad de pensar en la política como la elección de reglas de juego estables, bien entendidas por los agentes económicos». 

De manera similar, en 1976 Bob Lucas publica otro de sus ensayos más notables: «Econometric policy evaluation: A critique». En lo que se conoce hoy como la famosa «crítica de Lucas», Lucas describe la gran deficiencia y las debilidades que afectan a los modelos macroeconómicos y econométricos debido a los cambios de política pública. Debido a que las personas ajustan rápidamente su comportamiento y expectativas en respuesta a los cambios de política, esto hace que el mismo cambio de esta altere además los parámetros internos del propio modelo econométrico, haciendo imposible que sea un buen predictor macro de los resultados de futuras políticas. En otras palabras, la «crítica de Lucas» argumenta que es ingenuo tratar de predecir los efectos de un cambio en la política económica enteramente sobre la base de las relaciones empíricas anteriormente observadas en los datos históricos, especialmente en los datos históricos altamente agregados. 

Lucas establece que las reglas de decisión de los modelos keynesianos, como la función de consumo y la relación entre inflación y desempleo, no pueden considerarse estructurales y estables en el sentido de ser invariantes con respecto a los cambios en las decisiones de política del gobierno (Sargent, 1987). Con esto, el enfoque mecanicista e ingenieril macroeconómico, de simplemente conectar los números y sus correlaciones, y asumir sus efectos como estables, recibió un golpe devastador. Las relaciones empíricas que parecen mantenerse en la macroeconomía, como una aparente relación predecible entre inflación y desempleo, podrían cambiar en respuesta a cambios en la política económica y en las expectativas de los agentes. En simple, las personas dentro del modelo no son partículas en un laboratorio de un economista keynesiano omnisciente; son seres vivos y pensantes que se adaptan a las nuevas circunstancias, haciendo que las relaciones empíricas estables de los burócratas sean menos estables de lo que ellos creen. Con estos trabajos de Lucas el keynesianismo intervencionista había pasado a mejor vida en Estados Unidos.  

Con todo, la revolución de las reglas, estabilidad y predicción de la política pública -que inició Bob en los ’70- alcanzaría su cúspide intelectual en el 2004 con el Premio Nobel a Finn Kydland y Edward Prescott, padres de la teoría Time Consistency of Economic PolicyBasándose en las teorías de Bob Lucas, Kydland y Prescott (1977) en su célebre ensayo «Rules rather than discretion», establecieron formalmente que las reglas claras y los límites específicos y estables, para contener y restringir la decisión de los políticos o de los policy makers, es la única forma de hacer buena política pública para que esta sea beneficiosa y óptima para la sociedad.

Esta revolución de las reglas y del Time Consistency, es uno de los motivos por los cuales hoy la mayoría de los países serios en el mundo poseen Bancos Centrales independientes, aislados de los ciclos políticos y con mandatos o reglas claras de inflación, para que la política monetaria sea predecible y ancle las expectativas de los agentes económicos. De esta forma, el trabajo de Bob Lucas, es además una de las razones por las cuales hoy gozamos de Bancos Centrales con reglas que nos protegen de las locuras inflacionarias que sufrieron tantos países irresponsables como Chile durante los años ’70. 

Sin duda Bob Lucas hizo varios aportes relevantes adicionales a la ciencia económica, que no podemos explorar en detalle. Por ejemplo, hizo grandes contribuciones a los estudios del crecimiento económico (Theory of Economic Growth), con su ensayo de 1988 «On the Mechanics of Economic Development» y su ensayo de 1990 «Why Doesn’t Capital Flow from Rich to Poor Countries?». En el ensayo de 1988, aborda la importancia para el desarrollo económico de la acumulación de capital humano, sea este a través de la escolarización, como a través del aprendizaje práctico (learning by doing) de la producción y la tecnología (que son impulsadas por el comercio internacional). En dicho ensayo además nos dejó una frase notable que no deberíamos olvidar en el Chile actual: «Las consecuencias para el bienestar humano involucradas en cuestiones [sobre el crecimiento] son ​​simplemente asombrosas: una vez que uno comienza a pensar en ellas, es difícil pensar en otra cosa». Lucas luego expandió dichas ideas en el 2009 con «Ideas and Growth», demostrando el rol crucial de las ideas en el desarrollo económico. Explica que la clave para el desarrollo económico sostenido va mucho más allá de la acumulación de capital humano y la educación, pues el crecimiento económico se sostiene en la creación, difusión y protección de nuevas ideas y su introducción en los mercados. Lucas (2009) muestra que aquellos países capaces de crear, proteger y, luego, difundir ideas de forma efectiva en los mercados son aquellos que tienden a crecer más rápido.

Para finalizar, si hay un trabajo de Bob Lucas que todos deberían leer, es su conferencia de 1988 «What Economist Do». Es un ensayo breve, ameno y escrito en prosa simple sin ninguna ecuación matemática. «Somos básicamente contadores de historias», dijo de nosotros los economistas. Entonces, los economistas tenemos que ser narradores de historias persuasivas, así nos advierte Lucas: «No encontramos que el reino de la imaginación y las ideas abstractas sea una alternativa o un retiro de la realidad práctica. Al contrario, es la única manera que hemos encontrado para pensar seriamente sobre la realidad».

Sin duda, pocas personas pensaron más seriamente, o con mayor efecto, sobre la realidad económica y las implicancias de la política en la realidad que Robert Lucas. El mundo es hoy un lugar mejor, más libre y con políticos más sometidos a reglas gracias a Bob.

Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan las de Fundación para el Progreso, ni las de su Directorio, Senior Fellows u otros miembros.

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