No pain, no gain
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Publicado en El Líbero, 18.09.2024Tanto las volteretas como la hipocresía valórica del actual gobierno es una realidad casi aceptada en el escenario político chileno. Los escándalos por las asignaciones de cargos han sido un elemento caracterizador del oficialismo y esta tendencia ha llegado al absurdo, sobre todo a lo que el Ministerio de Relaciones Exteriores respecta. Sin embargo, esta vez, la nueva designación del Presidente ha generado molestias y críticas desde el interior de su gabinete. Esto se debe a que, entre otras cosas, el nombramiento del ex líder de Revolución Democrática, Diego Vela, como integrante del equipo de la OCDE, implicó la reasignación de la consejera económica Rocío Valdés.
«El progresismo y, uno de sus soldados favoritos, el feminismo de género, se burlan de aquellos peones útiles, que si bien le dieron el voto, ya no les son funcionales para saciar su hambre de poder».
Lo fascinante de este caso es que Boric y sus amigos se presentaron como aquellos profetas de la nueva moral y alcanzaron el poder empuñando todas las banderas de moda, prometiendo con esto, imponer el primer gobierno feminista. En este sentido, desde la supuesta mentalidad del oficialismo, la asignación de Rocío Valdés debería estar protegida por la perspectiva de género. De hecho, Valdés era una de las tres mujeres que conformaban la delegación compuesta por seis representantes. Por esto, su remoción implica un desequilibrio a favor de los varones. Sin embargo, este nuevo escándalo de amiguismos, que el oficialismo se esfuerza por negar, tiene más puntos de análisis. De hecho, el caso de Rocío Valdés para muchos podría ser un ejemplo de meritocracia dentro de la esfera pública, dado que la ingeniera agrónoma formaba parte de la representación desde 2023 y tiene una trayectoria profesional bastante impecable. Se ha desplegado como Coordinadora Macroeconómica en la Dipres, analista financiera del Ministerio de Hacienda y economista del Departamento de Análisis Internacional del Banco Central, donde luego sería encargada de análisis de proyecciones de la inflación.
En este sentido, el caso viene a demostrar que de nada sirven las retóricas de la inclusión y de igualdad, cuando quienes las usaron para llegar al poder, no entienden la razón y el sentido de los cargos que detentan. La actual generación dirigente repitió hasta el cansancio el discurso «anti pitutos», de justicia social y de transformación ciudadana. Sin embargo, aquello que los convertía en profetas de una moral demasiado avanzada para una ciudadanía miope, en la práctica, se difuminó en un baile de arreglines políticos y favores mezquinos.
De esta manera, lo que ocurre es que estas ideas no defienden principios sensatos ni basados en la evidencia. Pero sí les hace a los políticos el camino muy fácil hacia el poder, sin exigirles cuentas sobre el cumplimiento de sus promesas. Pero este problema no es nuevo, y es la democracia liberal el sistema que ha dado las respuestas. Esto se debe a que las ideas de la libertad, el progreso y la limitación del poder, se basaron en los principios ilustrados de la dignidad humana y la igualdad ante la ley. Con ello, la modernidad fue exitosa al concluir que cualquier cualidad secundaria en el ciudadano, era irrelevante a la hora de acceder a las mismas oportunidades, siendo el propio mérito la única garantía para alcanzar el éxito del progreso individual. Por estas razones, la evidencia y la Historia es clara en demostrar, al contrario de lo que se intenta instalar, que el libre mercado fue el mejor aliado de todas las minorías, incluidas las mujeres.
Una vez más el progresismo y, uno de sus soldados favoritos, el feminismo de género, se burlan de aquellos peones útiles, que si bien le dieron el voto, ya no les son funcionales para saciar su hambre de poder. Rocío Valdés ha sido víctima de la gran farsa del género, la justicia social y la deconstrucción postmoderna; y es por esta razón es que no me sorprendería que el feminismo nacional brille con su silencio cómplice de la ya instalada desfachatez progresista.
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