La mafia de los bufones
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Publicado en La Segunda, 18.12.2024De nuevo se distorsionan problemas y palabras. La izquierda quiere incluir un componente de reparto que llama «compensación» —y otro reparto encubierto a través de un «préstamo» subsidiado por nosotros y un «fondo autónomo» que oculta la deuda estatal. ¿Por qué no acuden al mercado de capitales?—. El reparto es utilizar parte del sueldo de trabajadores activos para redistribuirlo. Sin embargo, esto es malo para Chile y los chilenos, porque cada vez hay menos trabajadores activos en proporción a los jubilados, lo que generará un desfinanciamiento eterno. Los países desarrollados están haciendo lo imposible arrancar de ahí, y no existe economista con autoestima suficiente que defienda un reparto. Tiene problemas de sostenibilidad, economía política y, además, de eficacia. Sin embargo, economistas como Eduardo Engel, Rodrigo Valdés, Andrea Repetto, Paula Benavides, y otros, lo defienden. Arguyen que es «lo que quiere la gente». Las personas, dicen, por ejemplo, rechazan que su pensión dependa solo del ahorro individual. Listo, quieren reparto, concluyen. Además del error lógico de ese y otros análisis, es increíble que técnicos acudan a encuestas. Algunos de ellos eran expertos en virus nuevos, como el covid-19, y me imagino que lo son también en «virus» antiguos, como el de la delincuencia. ¿Van a proponer la pena de muerte porque la gente lo quiere? Engel ha llegado a fundamentar con encuestas la licitación de stocks de afiliados antiguos. Las personas ni siquiera creían que la plata era de ellas y van a entender las licitaciones. Me imagino su conocimiento acerca de activos alternativos, riesgo-retorno y liquidez. La izquierda, de hecho, aprovechó esta ignorancia para hacer campaña diciendo que la plata no era de las personas.
«No existe economista con autoestima suficiente que defienda un reparto».
En fin. Vamos ahora a las palabras: la izquierda históricamente ha distorsionado palabras como violencia, donación, terrorismo, y otras. Ahora lo está haciendo con «solidaridad», negando que esta es voluntaria y no obligatoria, como lo son los impuestos o las cotizaciones. Y al «reparto» lo convierte en «redistribución», lo que está mal. Incluso intelectuales que constantemente han defendido el buen uso del lenguaje y no distorsionar el significado de las palabras lo han hecho ahora último. Políticos sensatos dicen ahora que la PGU es reparto, cuando en este contexto simplemente no lo es. Mezclando estas distorsiones lingüísticas, la izquierda acusa a quien está contra del reparto de estar en contra de ayudar quienes tuvieron mala suerte en su vida, o incluso a quienes fueron irresponsables. No sería «solidario». Falso. Quien está contra el reparto está en contra de redistribuir desde cotizaciones laborales, pero puede estar a favor con ayudar a los que lo necesitan con impuestos generales. Y ojo, son también demócratas, moderados, y se podrán ir, junto con ellos, al cielo.
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