Gracias Pelao Vade, gracias Carolina Tohá
Muchas causas nos llevaron a ese callejón sin salida que casi termina por destruir Chile en 2022. Entre ellas, la […]
Publicado en La Segunda, 01.10.2025
Publicado en La Segunda, 01.10.2025 Fernando Claro (Santiago, 1984) se ha ganado una fama de polemista deslenguado a partir de sus columnas quincenales en este diario. Pero detrás de esa reputación (sus críticos dicen que es un fanático del libre del mercado) hay un liberal con muchos más matices que sus contradictores estarían dispuestos a reconocer.
Y es que este economista (con estudios en la UC y en el King’s College London) cree en la protección de los humedales, es crítico de la desregulación inmobiliaria que azotó Estación Central, y está a favor de que se liciten las cuotas de pesca, por ejemplo.
Mirando el escenario político (especialmente el de la derecha), el director ejecutivo de la Fundación para el Progreso apunta a cierto inmovilismo. La idea del «estancamiento» del país es algo que repite en esta entrevista.
«En el mundo alrededor de Matthei veo una autopercepción de superioridad muy desagradable».
«Habrá que ver, pero hay mucha gente de la elite, como dices, gente históricamente de derecha, y que sabe que las ideas de derecha son las que hacen progresar a los países, que hubiese preferido a Tohá con un parlamento de derecha. ¿Qué es esa falta de audacia, digo yo, esa falta de real preocupación por Chile y los chilenos? Es amor al status quo, con algo de mezquindad, porque ellos están bien, sin embargo, no los chilenos, estancados», parte explicando.
«Yo no soy kastista»
—¿No te parece que la campaña presidencial apenas si ha entusiasmado a alguien?
—Sí, no se siente ni cercana la euforia política de años pasados, quizás porque está medianamente claro el resultado o porque estamos cansados o más bien, más maduros.
—¿Maduros o cansados?
—Sí, estamos cansados después de tanta prédica desde el Frente Amplio que se tomó las portadas de los diarios, las redes sociales e incluso las novelas. Contaminó con locura a muchos chilenos, especialmente a los jóvenes —y a no tan jóvenes—. Y digo también «maduros» porque el primer proceso constitucional fue una clase de educación cívica. Si en algo nos sirvió fue en eso, y se convirtió en una vacuna. Ojalá prevalezca. Es tarea para quienes trabajamos con jóvenes y en la opinión pública que se mantenga, pero también de todos quienes creen en la democracia liberal. Casi perdemos la democracia y nuestras libertades de la mano de Fernando Atria, Benito Baranda y Gabriel Boric.
—En una de tus últimas columnas escribías sobre el «peligro de la histeria». Viendo la campaña es como si el debate político sólo generara griterío y exageraciones. ¿Cómo lo has percibido?
—Lo dije porque Kast anda diciendo hace rato que tomará todas las acciones administrativas posibles para mejorar la vida de los chilenos y de repente lo acusan de «autoritario» y de querer «gobernar por decreto». Le dijeron que iba a actuar como un «dictador». ¿Qué es eso sino una exageración? Dijo esto en un seminario donde Matthei señaló literalmente lo mismo —e incluso reclamó para ella la idea original—, y lo dijo acá, en Chile, donde prácticamente se inventó esa deprimente palabra «permisología», debido a la infinitud de normas administrativas ridículas, el activismo antiempresa y la abulia de los servidores públicos. Si acusas a alguien de violento tienes argumentos para responderle con violencia y eso fue lo que hicieron con Piñera. ¿Qué nos queda con Kast? Es un llamado a la responsabilidad.
—Bueno, existe esta conversación si con Kast habrá una alta conflictividad social.
—Justo después de aquello mataron a Charlie Kirk. Yo no tenía la menor idea de quién era, pero lo acusaban de violento por cristiano y por difundir su mensaje sin ambages. Con Kast pasaba algo similar. Llegaron a atacarlo con violencia en 2018. Yo no soy kastista, y lo dije en esa columna, pero defiendo que él defienda esas ideas. Son ideas católicas nada más, similares a las de Kirk, y hay que dejar que fluyan. Ni esas ideas, ni menos esas palabras, son violentas (no ha lugar los actos de habla acá). Por ejemplo, sostener que hablar contra el aborto es violento es ridículo; sostener que el sistema, el modelo o las estructura son violentas en un Estado de Derecho es simplemente falso. Es un «trastrueque» de la lógica, del lenguaje, como decía Jorge Millas, para justificar aplicar violencia contra ellos, contra Kirk, contra el sistema, contra Kast o contra Piñera. De ahí el peligro de esa mentira histérica.
«Me pareció muy maleducado y decadente lo que hizo Enrique Barros Bourie en su carta a “El Mercurio”, reclamando “densidad” alrededor del equipo de Kast».
—¿Cómo crees que la elite está viendo la elección? Uno percibe algún tipo de sobre intoxicación: por ejemplo, demasiada preocupación por las encuestas que, a estas alturas, repiten lo mismo sin decir mucho.
—En la izquierda veo agravado lo que les ocurre hace años por su falta de ideas y proyectos. ¿En qué creen si no es el comunismo de su candidata PC o en la propuesta constitucional que defendieron? En nada más. Los que no quieren reconocer lo hablan en círculo sin decir nada, o distorsionan el lenguaje para justificar sinsentidos como ocurre con la violencia o con las tomas de terreno que para Tohá no eran violentas o que para Giorgio Jackson son un win-win. En la derecha veo desesperación por la hegemonía, especialmente desde Chile Vamos, que ataca desmesuradamente. A la inversa, desde Kast hacia Matthei, no veo ataques, porque van ganando —aunque igual estuvieron tranquilos cuando perdían hace apenas unos meses, hay que ser justos—. Sin embargo, sí fueron desleales con la república al declararse de oposición a Piñera en su peor momento, eso me pareció mal. Los famosos bots existen, pero bots hay de todos lados, y por eso me pareció ridícula la victimización de Matthei. En fin, a ese mundo alrededor de Matthei lo veo con una autopercepción de superioridad muy desagradable. Por ejemplo, me pareció muy maleducado y decadente lo que hizo Enrique Barros Bourie en su carta a «El Mercurio», reclamando «densidad» alrededor del equipo de Kast. Ricardo Irarrázaval, exsubsecretario y miembro del equipo de Kast, la respondió muy bien, con templanza y altura de miras. Peor fue la descalificación gratuita del mismo Barros contra Jorge Quiroz en una entrevista en el «DFMas», ya que lo atacó pública y personalmente sin argumentar nada ni dar antecedente alguno. Muy mal.
—Esa es una crítica que se ha venido escuchando hace un rato: el comando de Matthei peca de cierta soberbia.
—Es como la superioridad moral; similar, pero no igual. Es estético, pero no moral, sino que de sofisticación. El mundo alrededor de Matthei se autopercibe más sofisticado, más aptos para gobernar que republicanos. Ellos pueden guiarnos a nosotros, a las pobres ovejas chilenas, pero los republicanos no. Me parece mal. Para mí, Irarrázabal, Álvarez, Valenzuela, Figueroa, Wulf, y tantos más son igual de aptos para gobernar que los que rodean a Matthei. ¿Gobernó muy mal entonces el Piñerismo I que llegó sin experiencia? Yo fui testigo interno de todo eso, mal no lo hicieron—o hicimos—, no al menos en la dimensión que tanto reclaman. Las críticas deberían venir por otro lado, y en otro tono. En fin, este fenómeno me habla de que las personas que rodean a Matthei no actúan en base a principios o en base a las consecuencias que tendrá el país, sino en base a lo que dirán ciertos círculos sociales que tienen de referencia. Eso modela su comportamiento y opiniones.
—Uno supone que la idea detrás de aquello es apuntalar el liderazgo de Matthei. O al menos establecer los contrastes con Kast.
—Es cualquier cosa menos liderazgo, es un antiliderazgo, el epítome del antilíder, que no convoca, que no propone ideas, que no proyecta nada y anda preocupado de su mundo alrededor. Iban ganando lejos y perdieron todo en unos meses. En fin, gane quien gane, espero que se unan y trabajen por el país.
«Sigo en reflexión»
—En una entrevista decías que Chile está en decadencia. ¿Eres optimista con respecto a los próximos años?
—Comparado con lo que pensaba entre 2019 y el 4 de septiembre de 2022, soy optimista. Sin embargo, estamos estancados, pero creo que tenemos mucho espacio para mejorar la vida de los chilenos, aunque para eso necesitamos salir del status quo, salir del modelo europeo que estancó a ese continente.
—¿A qué te refieres con «estancamiento»? Por cierto, no utilizas esa palabra en términos económicos.
—Mira, volvamos a las tomas, ahora que están desalojando la toma de Quilpué y volvió a ponerse de moda. No me voy a cansar de decirlo: los jesuitas, el Servicio Jesuita a Migrantes y toda esa sensibilidad mesiánica de personas autopercibidas como bondadosas, defendían fronteras abiertas y la no expulsión de delincuentes, como ha detallado Álvaro Bellolio, que tuvo que lidiar con ellos desde el Gobierno. José Tomás Vicuña, el líder jesuita de esa época, decía explícitamente que, a Alejandro Correa, al dueño de la toma de Quilpué, no lo había matado un sicario, sino que la sociedad. ¿Qué es eso sino una estupidez? Bueno, es una estupidez muy extendida; es el buenismo fruto de la distorsión mental que generan esos discursos mesiánicos de ser ellos, y solo ellos, los que entienden y conocen los problemas sociales y la pobreza. Mira la academia: Diego Gil, abogado de la misma sensibilidad, y el subdirector de la Escuela de Gobierno de la UC. Él entró en esta discusión y se manifestó en contra del desalojo. Citó un paper que decía cualquier cosa menos lo que él defendía: no desalojar. Y ojo, acá no se trata de discutir matices o cosas como a dónde, cuán lejos o con qué instrumentos reubicar a esos pobladores, sino a que hacer cumplir el Estado de Derecho. Yo me pregunto, ¿es abogado ese señor? ¿Por qué no enviamos a gente sin hogar a tomarse la casa de Gil? O vamos a su segunda casa, quizás en Tunquén. Mira el informe del PNUD: ¿cómo un informe sociológico de los últimos años en Chile puede omitir prácticamente por completo el fenómeno de la inmigración? No podemos hacer como si nada y callarnos frente a esos discursos y acciones. Si las mejores universidades e instituciones de Chile siguen manteniendo esos discursos seguiremos en esta decadencia.
—¿Cómo ves a Kast? El otro día Gonzalo Müller decía —por cierto, desde cierto interés, sin embargo, la idea no dejaba de ser interesante— que su posición era «ventajosa, pero frágil».
—Todo en política es frágil, aunque no tanto como podría ser otra candidatura con menos historia y menos equipo. Sichel se desplomó esta semana, la primera de octubre de 2021, pero Sichel no tenía liderazgo, ni partido, ni ideología, ni discurso, ni nada mucho; es diferente, pero puede pasar.
«Espero que (Kast) se ciña a lo que promete porque si no, nos divide como país, sin aportar ni lograr nada».
—Hay una idea que ronda en cierto ambiente de derecha y centro: el problema no sería tanto Kast como su base más dura que, más temprano que tarde, le pediría lanzarse en una «batalla cultural» contra la izquierda. ¿Crees que Kast se ceñirá a su promesa de un «gobierno de emergencia» o tendrá la tentación de meterse en temas valóricos como el aborto, la eutanasia o enfrentar al feminismo?
—Espero que se ciña a lo que promete porque si no, nos divide como país, sin aportar ni lograr nada y, además, porque yo estoy en contra. Por mí que apruebe el aborto, la eutanasia y todo eso, pero bueno, quedará para otra ocasión, o para Boric en lo que queda.
—Hablando el otro día con Valentina Verbal me decía que «Matthei es genuinamente liberal, pero ha estado un poco en el clóset». ¿Qué piensas tú?
—Intuyo algo similar. Sin embargo, quienes deberían salir del clóset son las personas que fueron de centroizquierda en el pasado y ya no tienen lugar en política. Mira las declaraciones de Marcel contra Jara y el PC en «El País». Es una locura. Si les da tanto dolor no autopercibirse bondadosos, que se metan a Amarillos. Así no se sentirán tan traicioneros, tendrán tribu y podrán ir a los más variados restoranes con amigos. Tienen que asumir que en la izquierda no hay proyecto que crea en la libertad, digan lo que digan, y tuerzan como tuerzan las palabras.
—¿Hay diferencias de fondo entre Kast y Matthei? Has dicho que las diferencias entre JAK y Kaiser son más bien de forma que de fondo.
—Entre JAK y Matthei veo diferencias más de forma y en la voluntad de aplicarlas. En el fondo, las diferencias parecen ser solo las conservadoras católicas. Lo de los acuerdos es falso: dicen que los de Kast no llegan a acuerdos, ¿y qué son sino acuerdos todas las leyes de seguridad aprobadas en este tiempo?
—En enero decías en una entrevista que no tenías claro tu voto. ¿Hoy ya lo tienes definido? ¿Kast o Matthei?
—No, sigo en reflexión.
Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan las de Fundación para el Progreso, ni las de su Directorio, Senior Fellows u otros miembros.
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