Después de haber perdido cuatro años discutiendo el tema constitucional mientras el país se hunde cada día más económicamente; es entregado a la delincuencia y el crimen organizado; retrocede décadas en crecimiento; vuelve al tercer mundo en materia educativa; enfrenta la metástasis de la salud estatal; hipoteca la sustentabilidad fiscal, y destruye su imagen internacional, no queda más que concluir que la Constitución es el opio de las élites.
La pregunta es por cuánto tiempo más podrán vender el anestésico humo de su evasora droga a los chilenos hasta que estos exploten en contra de todos ellos.
Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan las de Fundación para el Progreso, ni las de su Directorio, Senior Fellows u otros miembros.