La identidad es como el fuego. Resulta fundamental para nuestra vida en sociedad, pero su instrumentalización política implica un alto riesgo de sufrir quemaduras.
Si queremos una sociedad civilizada debemos poner a la razón como el instrumento central de juicio y desplazar el sentimentalismo del debate público.
«El progreso no es una bendición ininterrumpida. A menudo viene con sacrificios y luchas»
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