Los castores fueron introducidos en Argentina por Perón, quien introdujo allá también el virus que convirtió al Estado en una divinidad en quien confiar y de quién esperarlo todo, contagiando a todos sus compatriotas.
Cuando estudiaba en Londres conocí a un profesor que bautizó “Guardianreaders” a quienes se paseaban como “buenas personas” frente al mundo.
«El progreso no es una bendición ininterrumpida. A menudo viene con sacrificios y luchas»
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