El delirio institucional del feminismo de género
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Los políticos deben entender de una vez por todas que lo que está ocurriendo es mucho más grave y dramático que darse un gustito con los “descuidos” del adversario.
Este es un verano de dolor, tristeza y vergüenza para los chilenos republicanos, sean de izquierda, centro o derecha. Los casos Penta, yate recaudador de fondos para campaña presidencial en Nueva York y el NueraGate –todos diferentes- nos hacen mal como país, nos instalan en la media latinoamericana en lo relativo a la falta de transparencia y minan el prestigio internacional de Chile. Esa es la lamentable verdad. Nadie puede sacar cuentas alegres de todo esto.
Subrayo: nos hace mal como país. Más allá del impacto que tenga en uno u otro sector político, más allá de que los políticos intenten pasarle la cuenta al adversario y justificar sus conductas, como país esto nos pone bajo una luz vergonzosa. Supongo que a la inmensa mayoría de los chilenos, independiente políticamente, esforzada y sacrificada, escéptica frente a los políticos, le duele, hiere y decepciona que estas prácticas ocurran en Chile, al que seguimos considerando, cada vez con menos vehemencia, una excepción en el continente. No nos olvidemos: el gran capital simbólico de Chile en el continente ha sido su institucionalidad.
Para mí, los tres casos no son presentables ni justificables ni equiparables, pero se parecen en un efecto pernicioso: minan la fe pública en los políticos, en la política y las instituciones de nuestra democracia. Y siembran un mensaje que tiende un letal manto de duda sobre la democracia: la política es lo que el ciudadano no ve, aquello que ignora, la política son transacciones y beneficios que se obtienen bajo cuerda. Y esas prácticas en la elite política contagian peligrosamente a Chile, pues “bajan” legitimadas por ciertos líderes a regiones, ciudades y comunas y, lo peor, a los jóvenes. Si no le ponemos un drástico límite a todo esto, terminaremos cultivando la corrupción en el país menos corrupto de América Latina.
El blindaje que entregó La Moneda al hijo de la Mandataria y director sociocultural de la Presidencia me lleva a concluir que quienes adoptaron la decisión no tienen plena conciencia del sitio en que están, del momento crucial que vive Chile ni del prestigio de que aún goza el país. Tampoco parecen darse cuenta de que insultan la inteligencia de la ciudadanía, que sabe que hay negocios que se pueden hacer desde la calle Moneda, pero no desde La Moneda.
Todos intuimos que no hay empresa en el mundo que con un año de historia y un capital de 10.000 dólares pueda obtener un crédito por 10 millones de dólares. Esto lleva a uno a preguntarse por la “singularidad” de la PYME en cuestión como para recibir tamaño crédito. Y el sentido común apunta a la política. Lo de la ganancia de 5 millones de dólares en 60 días con la reventa de los tres fundos adquiridos con el crédito, eso ya es otro asunto que nos recuerda el dicho sobre la mujer del César. Cuesta, en todo caso, imaginar a los gobiernos de Aylwin, Frei, Lagos o Piñera actuando de igual forma en caso semejante. Temo que a pasos agigantados estamos perdiendo sustancia como república.
Se equivocan tanto los políticos que quieren establecer el empate entre el PentaGate y el NueraGate como aquellos que lo rechazan. Esto porque para la inmensa mayoría –que desconfía de los políticos- esto no es un partido de fútbol (ojalá lo fuera), y quien está perdiendo es Chile. Precisamente casos como estos llevan a los chilenos a confiar menos en la política.
También se equivoca el portavoz de gobierno cuando acusa a la oposición de querer enlodar a la Presidenta criticando las operaciones de su nuera. No es la oposición la que enloda a la Mandataria. Es la empresa de su nuera la que la perjudica. Es esa empresa, además, la que sirvió a la oposición en bandeja operaciones que dejan ver una doble moral en un gobierno que dice estar contra “los poderosos de siempre”, demoniza el lucro, propugna el igualitarismo y proclama para sí una supuesta superioridad moral sobre el resto de la sociedad.
Urge avanzar en el ámbito de la transparencia, pero para eso se requieren líderes que prioricen los intereses de Chile y no los resultados de las próximas encuestas o elecciones. Los políticos deben entender de una vez por todas que lo que está ocurriendo es mucho más grave y dramático que darse un gustito con los “descuidos” del adversario. De seguir como vamos, el populismo será dentro de poco el gran ganador en Chile. Hoy es la estabilidad, la confianza ciudadana, la autopercepción nacional y, por ende, la calidad de nuestra democracia lo que está en juego.
Pensaba disfrutar en familia y con tranquilidad este luminoso febrero, pero de pronto siento que este es un verano de dolor, tristeza y vergüenza para los chilenos de alma republicana.
Fuente: El Libero
Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan las de Fundación para el Progreso, ni las de su Directorio, Senior Fellows u otros miembros.
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