El delirio institucional del feminismo de género
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El Diario FinancieroUna de las cosas más absurdas dichas en el último tiempo ha sido que las reformas que promueve Bachelet son "social demócratas" y no revolucionarias.
Dejemos las cosas claras. El proyecto de Bachelet no es social demócrata. En ningún país serio la social democracia ha planteado "refundar" todo el orden existente ni menos intentado tantas reformas tan radicales y en tan poco tiempo. Tampoco se conocen social democracias europeas de la postguerra que hayan hecho de la asamblea constituyente su obsesión.
Es cierto que la social democracia europea ha llevado a la expansión de los estados de bienestar que hoy están quebrando en Europa y que tienen al continente en la ridícula situación de contar con un 7% de la población mundial y más de un 50% del gasto social del mundo. La social democracia, de derecha e izquierda, ha sido así la causante del desastre europeo que vemos hoy. Pero esa misma social democracia aprendió a ratos la lección y redujo el Estado para darle sustentabilidad. Fue lo que hizo Gerhard Schroeder en Alemania con su Agenda 2010, lo que hizo Tony Blair en Inglaterra y Felipe González en España. Ninguno de ellos fue un paladín de la libertad, por cierto, pero mostraron niveles de sensatez desconocidos entre quienes nos gobiernan ahora.
Y es que, el actual gobierno, independientemente de quiénes sean sus ministros, se ha propuesto ir por todo, es decir, hacer una revolución en la línea del socialismo del siglo XXI chavista al que varios grupos que apoyan al gobierno y al menos un partido explícitamente han adherido. De lo que se trata es de refundar el orden institucional y el plazo que están viendo para ello no es este gobierno sino la cantidad de gobiernos que sean necesarios. En otras palabras, esto está recién comenzando y aun cuando la moribunda derecha lograra por algún milagro ganar la próxima presidencial lo que vendrá después va probablemente a ser peor.
Parte importante de la izquierda en Chile vio revivir su espíritu marxista y hoy avanza destruyendo los fundamentos de nuestro éxito animada por un igualitarismo depravado y un ansia irrefrenable de concentrar el poder en sus manos. Y esto no se explica solo porque, para vergüenza internacional, tengamos un partido abiertamente totalitario en el gobierno que celebra sin arrugarse las dictaduras genocidas cubana y norcoreana, sino porque todo el espectro, incluida la DC –una vez más- se ha propuesto llevar a Chile por el camino de Argentina.
Hasta ahora lo mejor que le pudo pasar al país es haber tenido una presidenta y ministros tan incompetentes e inoperantes, de lo contrario la destrucción que habría sufrido la vida y el futuro de los millones de chilenos que quieren salir adelante habría sido mucho más profunda.
Pero que la izquierda que nos gobierna va por todo queda clarísimo en el hecho de que, a pesar de estar completamente desprestigiada por su inmoralidad, su corrupción y ligazón económica con el yerno de Pinochet, sigue adelante con la demolición del sistema más exitoso de la historia del país para de este modo crear las estructuras que le permitan perpetuarse en el poder e ir progresivamente haciendo cada vez más difícil el trabajo de oposición a su proyecto.
En algún minuto vendrá una ley de medios que censure a la prensa, el derecho de propiedad será gravemente debilitado para amedrentar a todos aquellos que osen desafiar el poder establecido, la educación privada será cada vez más hostigada para que el Estado pase a controlar la totalidad de la formación intelectual de los jóvenes. La salud y pensiones privadas tendrán igualmente sus días contados si seguimos por este camino y nadie sabe en qué puede terminar la minería privada.
Si usted cree que todo esto es exagerado le sugiero leer lo que promueven los intelectuales de izquierda y luego observar cómo se ha ido cumpliendo paso a paso su programa. Y si eso no le basta imagínese por un segundo cómo sería Chile con ME-O como presidente y un proceso constituyente en curso.
Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan las de Fundación para el Progreso, ni las de su Directorio, Senior Fellows u otros miembros.
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