El delirio institucional del feminismo de género
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Publicado en El Líbero, 27.10.2023Durante el Encuentro Anual de la Industria organizado por la Sofofa, el presidente Boric compartió sus observaciones sobre la forma en que los medios presentan noticias del país. Comentó: «Tenemos muchas buenas noticias que dar. Yo cuando leo los titulares de los diarios, en verdad leo poco los diarios a estas alturas, pero es impresionante el afán por preferir las malas. Yo no sé cómo los que siguen leyendo los diarios, El Mercurio, La Tercera, La Segunda, no sé cómo queda su corazón después de esto, porque pareciera que viviéramos en un país infernal y no estamos en eso».
El cambio de postura de Gabriel Boric respecto a los medios de comunicación es notable al comparar sus declaraciones antes y después de asumir la presidencia. Antes de ser mandatario, defendía enfáticamente el papel esencial de la prensa, reconociendo su valor, incluso cuando esta «incomoda al poder». Sin embargo, una vez en el cargo, sus observaciones sobre los medios sugieren cierta disconformidad con la forma en que se presentan las noticias, admitiendo además que rara vez lee los diarios. En la mezquindad típica de la mala política, Gabriel Boric avala que la prensa incomode a todos… menos a él.
«La prensa no tiene como misión molestar al poder, tal como lo concebía el Gabriel Boric de antaño, ni tampoco engalanar sus portadas únicamente con noticias positivas, como parece anhelar el Boric actual».
El antagonismo con la prensa es una herramienta clásica del populismo en Latinoamérica y ha servido para que varios líderes de la región puedan consolidar su base de apoyo y presumir que toda crítica a su gestión proviene de la mala fe de ciertos grupos de interés. Se trata de una estrategia que en varias ocasiones ha terminado en severos atentados contra la libertad de prensa. En Argentina, los Kirchner tuvieron duros enfrentamientos con el grupo Clarín. Hugo Chávez en Venezuela restringió y enfrentó a medios que no se alineaban con su visión: cerró más de treinta emisoras de radio, el periódico El Nacional y la cadena de televisión Radio Caracas Televisión. Rafael Correa no se quedó atrás con sus disputas con el diario El Universo que terminaron en la Corte Interamericana de Derechos Humanos con la condena al Estado ecuatoriano por violar diversos derechos tales como la propiedad, libertad personal, libertad de expresión, de circulación y residencia, entre otros.
Siempre existirán conflictos entre el buen periodismo y la mala política porque operan bajo categorías distintas. Para el demagogo solo existen noticias buenas o malas. Para el buen periodista solo existen noticias ciertas o falsas. Por esta razón, en las contadas ocasiones que revisa la prensa, el presidente Boric debería preocuparse no solo de su imagen, sino también de lo dolorosamente ciertas que llegan a ser las malas noticias en Chile. Sería oportuno que el presidente reasignara las energías que invierte en asistir a eventos, como los Panamericanos en horario laboral, hacia la resolución de problemas apremiantes, como la crisis educativa en Atacama, donde los niños llevan más de 50 días sin clases. Así, quizás, podría captar la esencia de lo que se sugiere en los medios y que tanto disgusto le causa.
Además, en Chile no hace falta revisar la prensa para tener el «corazón apretado» como lo sugiere el presidente con tanta cursilería —otra característica del populismo latinoamericano, dicho sea de paso—. Basta con mirar las pocas oportunidades que ofrece una economía estancada, las incivilidades que a diario vemos en las calles o la delincuencia que amenaza nuestras libertades. Las portadas que tanto incomodan a la vanidad del presidente no son otra cosa que el reflejo de la realidad que estamos viviendo a diario.
La prensa no tiene como misión molestar al poder, tal como lo concebía el Gabriel Boric de antaño, ni tampoco engalanar sus portadas únicamente con noticias positivas, como parece anhelar el Boric actual. La función primordial de la prensa es informar con veracidad, cuestionar cuando es necesario y ser el espejo fiel de la realidad que enfrentamos, consolidándose como uno de los cimientos fundamentales de la democracia chilena. Chile necesita líderes que, en vez de minimizar o esquivar las críticas, valoren y atiendan las preocupaciones manifestadas a través de los medios de comunicación.
Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan las de Fundación para el Progreso, ni las de su Directorio, Senior Fellows u otros miembros.
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