El delirio institucional del feminismo de género
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Publicada en Diario Financiero, 23.08.2023Una de las cuestiones más llamativas de la irrupción de Milei en el escenario político regional, es la cruzada que la izquierda y la derecha unidas han lanzado para desprestigiarlo, descalificarlo y atacarlo. Los mismos grupos que apoyaron y consideraban sensata a una amante del castrismo como Michelle Bachelet, que promovieron una Constitución que abría las puertas a un régimen autoritario de izquierda en Chile, los que tienen simpatías por un incompetente manejado por el Partido Comunista como Boric u otro inepto súbdito del kirchnerismo como Fernández, los que admiran a corruptos como Lula, Cristina, Petro y Maduro, y aquellos que, por su propia debilidad, fueron incapaces de resolver problemas de los ciudadanos con Gobiernos de 'centroderecha', pretenden ahora ser los portavoces de la sensatez y pericia política.
A ellos se suma un coro de envidiosos dentro de Argentina que simplemente no pueden soportar el hecho de que haya sido Milei, y no ellos, quien lograra brillar iluminando de manera transformadora el escenario intelectual y político trasandino. Estos personajes han mostrado su pequeñez, indecencia y bajeza, al no reconocer que Milei es lo que la región y Argentina necesitaba para salir mentalmente del pantano parasítico en el que se encuentra desde hace décadas.
« El punto es reconocer la dimensión de lo que ha logrado hasta ahora en beneficio de Argentina y de la región. Se podrán encontrar inapropiadas sus formas, pero, al menos, Milei ha tenido las agallas para liderar y desatar una revolución liberal en una nación podrida por la cultura del estatismo de buenos y malos modales».
Es verdad que, de ganar la presidencia, podría terminar no prosperando su proyecto, pero, como liberal, Milei entiende perfectamente que el éxito nunca es algo garantizado. El riesgo es de la esencia del espíritu libertario, que se arroja a la vida y la acepta en su carácter relativamente impredecible. Por eso son tan erróneas las críticas que se hacen en el sentido de que si Milei fracasa arrastrará al liberalismo. ¿Acaso alguien puede esperar éxito asegurado en un proyecto de la magnitud que significa arreglar estructuralmente a Argentina después de un siglo de cleptocracia colectivista?
El riesgo bien vale la pena y, en cualquier caso, la filosofía liberal no está en juego, pues no hay alternativa para alcanzar el progreso. Ahora bien, en todo este debate es interesante observar que, en la centroderecha, parece haber casi tanta gente deseando el fracaso de Milei como en la misma izquierda. Y es que, a muchos, la existencia de Milei les recuerda su propia intrascendencia, su falta de coraje en defender ideas claras -o la carencia de ellas- e incluso su escasa integridad.
Por supuesto hay críticos honestos que hacen también comentarios serios. Pero lo que abunda son los que reaccionan histéricamente para defender sus posiciones atadas a ideologías estatistas, sean conservadores o socialistas, derrotadas por el fenómeno libertario. Estas personas ven con estupor cómo la juventud y gente de todos los estratos sociales comienzan, por primera vez, a tener fe en sí mismos amenazando con hacerlos prescindibles. Esa es la razón por la que todos se unen contra Milei: le tienen terror porque amenaza su estatus como «intelectuales» del establishment, activistas disfrazados de periodistas o su condición de políticos y empresarios extractivistas.
No se trata de santificar a Milei ni de idealizarlo, pues es un hombre con defectos como todos y bien podría fallar. El punto es reconocer la dimensión de lo que ha logrado hasta ahora en beneficio de Argentina y de la región. Se podrán encontrar inapropiadas sus formas, pero, al menos, Milei ha tenido las agallas para liderar y desatar una revolución liberal en una nación podrida por la cultura del estatismo de buenos y malos modales. Y eso es mucho más que lo que cualquiera de sus críticos ha logrado hacer jamás por su propio país.
Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan las de Fundación para el Progreso, ni las de su Directorio, Senior Fellows u otros miembros.
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