El delirio institucional del feminismo de género
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Publicado en El Diario Financiero, 21.09.2016¿Qué significa ser liberal? Ante todo consiste en respetar los proyectos de vida ajenos. Los liberales rechazamos la actitud paternalista conservadora o socialista que pretende imponer conductas a los demás para orientarlos a su propio bien o al llamado "bien común". Cuando Thomas Jefferson dijo que el bien común se consigue de la mejor manera dejando a cada cual perseguir su felicidad a su propio modo estaba dando cuenta de la esencia de la filosofía liberal. Ahora bien, la libertad por definición implica límites a las conductas propias: se debe respetara los demás. En esta filosofía nadie tiene derecho a dañar a otros y por tanto tampoco a apropiarse de los frutos del trabajo ajeno para satisfacer necesidades o deseos propios.
Como la propiedad privada es inseparable de la actividad del individuo que la genera, entonces tenemos un derecho "natural" a la propiedad que conseguimos con los frutos de nuestro trabajo. El derecho que tenemos es a perseguir fines propios con los medios de que disponemos y que seamos capaces de generar y no con los medios ajenos.
Los famosos "derechos sociales" son por tanto filosóficamente incompatibles con una ética liberal auténtica por consistir en un reclamo sobre propiedad ajena que instrumentaliza esfuerzos de otros para satisfacer fines propios. Desde Kant a Locke y Nozick la postura de que existe algo así como un "derecho" a los bienes producidos por otros ha sido rechazada. Esto no significa que deba negarse toda redistribución desde un punto de vista utilitario. De hecho Hayek y Friedman permiten la redistribución limitada de recursos, no justificándola como un "derecho", sino como condiciones para un mejor funcionamiento de la sociedad. Lo relevante en este contexto es entender que el liberalismo tiene como presupuesto moral una igualdad radical. Smith ya escribía que el portero y el filósofo tenían la misma dignidad. De ello se sigue que a ambos deben aplicárseles las mismas reglas y que por tanto no pueden haber privilegios arbitrarios, es decir, impuestos por ley.
Este presupuesto normativo contradice ciertas vertientes conocidas como liberales según las cuales los pobres no tienen libertad y por tanto el Estado la asegura al redistribuir riqueza. Amartya Sen es un ejemplo de ello. El problema de esta postura es que si efectivamente los pobres no tienen libertad al carecer de medios, significa que tampoco pueden ser responsables por su vida. Y así caemos inevitablemente en el paternalismo contra el cual se erige el liberalismo desde el principio.
Pero además, si fuera cierto que los pobres no tienen libertad como creen muchos conservadores y progresistas, entonces ellos no podrían participar en el proceso democrático. Después de todo ¿bajo qué criterio podemos asumir que no tienen libertad pero sí tienen la responsabilidad suficiente para participar de algo tan crucial como el proceso político?
Para el liberal todos son iguales moralmente y nadie tiene autoridad sobre otro, lo que significa que si bien debe haber preocupación por los necesitados no se les puede tratar de manera paternalista y sus decisiones deben ser respetadas tanto como las de los demás. Ellos son, por lo mismo, los principales responsables de salir adelante. ¿Y qué hay de la comunidad? Sociológicamente, la libertad es el producto de culturas en las cuales ella ha florecido. La comunidad es por lo tanto inseparable de la libertad individual y el conjunto de valores y creencias que en ella se ha desarrollado.
Por tanto hay buenas razones, como diría Popper, para no tolerar grupos o culturas que implican una amenaza existencial al conjunto de creencias e instituciones sobre las que descansa una sociedad libre. En fin, el tema de esta columna, por supuesto, da para largo. Pero tal vez si hubiera que destacar una aspecto del liberalismo es la actitud de optimismo informado frente a la vida tan distinta del miedo, la amargura y la rabia que suelen abundar en teóricos de otras cosmovisiones.
Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan las de Fundación para el Progreso, ni las de su Directorio, Senior Fellows u otros miembros.
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