El delirio institucional del feminismo de género
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Publicado en El Mercurio, 05.08.2023Me gusta el concepto de «resetear». La idea que se puede tener un nuevo comienzo. Chile lo necesita. La combinación de una nueva constitución, que ordene la gobernabilidad, con un pacto fiscal, que ordene el Estado, debe mover a los liderazgos políticos para aprovechar oportunidades que no se dan dos veces.
El Estado, gracias a la disfuncionalidad de la política y la megalomanía de los políticos, se ha desfondado. Sus instituciones han sido desfiguradas por la política y el sistema de partidos lo ha tornado ingobernable. Además, lleva demasiados años creciendo más que el país. Para los que hemos trabajado en el sector privado y el público la brecha de productividad entre ambos es tan abrumadora como deprimente.
En materia constitucional debemos abandonar los extremos. Con la experiencia bicentenaria de fracasos que tenemos, sostener que el Estado debe detentar el monopolio de los servicios públicos o desarrollar empresas -como la del litio- en tiempos y costos razonables, es miope por no decir intelectualmente deshonesto. Por otra parte, creer que en una sociedad moderna un grupo de personas puede imponer sus valores al resto, escribiéndolos en piedra en una constitución, es un error que mantendrá la discusión constitucional abierta por generaciones.
«Para los grandes acuerdos se necesitan grandes líderes. El presidente Boric tiene un carisma que mantiene a flote una coalición que se desfonda cuya escala de valores es más fácil de encontrar en el código penal que en la Biblia».
En materia de pacto fiscal no se puede proponer algo que se sintetiza en la certeza de nuevos impuestos a cambio de la promesa de gastarlos mejor. El último año el Estado ha contratado 94 mil empleados fiscales, esto es equivalente a duplicar las FFAA en 1 año. Las fundaciones truchas se han afanado 14 mil millones según Contraloría, eso es equivalente al 40% de la última Teletón. La educación pública se debate entre la violencia y las huelgas, y la salud pública entre las colas y la desidia. En esas circunstancias pedir más impuestos es francamente majadero. Que el ministro Marcel o su equipo cite a reunión, muestre un power point e informe lo que se va a hacer, no es un diálogo es un monólogo. El pacto fiscal debe nacer de un genuino diálogo en que se escuche a la oposición y a la sociedad civil. De lo contrario, va destinado al fracaso.
Para los grandes acuerdos se necesitan grandes líderes. El presidente Boric tiene un carisma que mantiene a flote una coalición que se desfonda cuya escala de valores es más fácil de encontrar en el código penal que en la Biblia. Debe usar ese carisma para salvar su coalición, dialogar y sobre todo liderar a su gente hacia el centro que es donde se logran los acuerdos que se sostienen en el tiempo.
José Antonio Kast debe hacer lo mismo desde la otra vereda. Tiene la oportunidad histórica de aprobar una constitución por amplias mayorías. Pero éstas no se logran necesariamente por la calidad del producto, sino que, como consecuencia de la calidad del proceso de producción, y del marketing con que se venda. Para eso no basta la derecha ni el contenido. Se necesita la adhesión del millón de votos de Amarillos, Demócratas, DCs y otros más que quedaron fuera de la convención; de la adhesión de la señora Juanita y las demás organizaciones sociales; y de que el FA se una al PS y dejen sólo al PC. El presidente Boric demostró, en el acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución, que tiene el carácter y valentía de poner el país por sobre los intereses partisanos. Kast debe hacer lo mismo con la constitución. La única forma de aprobar una nueva constitución es con grandes consensos que motiven a que el fastidio de la ciudadanía con el proceso constituyente le gane a la rabia contra la inoperancia y corruptela de la elite.
Hoy Chile demanda grandes acuerdos. Estos pueden provenir de los ex presidentes que tienen la experiencia y fuerza moral para promoverlos o de los liderazgos personales de Matthei, Carter, Boric, Tohá, Vodanovic y Kast. La historia la hacen los grandes líderes que son capaces de conducir los grandes procesos. Es hora de que esos grandes chilenos se pongan las pilas. Roosevelt fue capaz de arrastrar a un pueblo a una guerra que no quería pero que la salvación de la civilización occidental demandaba. Mandela fue capaz de reconciliar dos razas porque quería construir un país. Prat sacrificó su vida para forjar una nación, Portales para crear un Estado y Allende para mantener vivo el sueño del hombre nuevo. Los desafíos de nuestro país de volver a crecer, tornarlo gobernable, amable y seguro, y reconciliar a las grandes mayorías con la democracia, exigen grandes gestos y grandes hombres. Ojalá nuestros líderes estén a la altura.
Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan las de Fundación para el Progreso, ni las de su Directorio, Senior Fellows u otros miembros.
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