Reino Unido versus Chile: avances en la agenda trans afirmativa

Reino Unido ha prohibido, finalmente, la prescripción de bloqueadores puberales para el tratamiento de la disforia de género en niños menores de 18 años. La normativa es resultado de un larga trama que se inició hace cuatro años, cuando las cifras en los diagnósticos de disforia de género se dispararon de forma anormal. Para ello, el Servicio Nacional de Salud ingles (NHS) encomendó a un grupo de profesionales de la salud, bajo el liderazgo de la pediatra Hilary Cass, recompilar toda la información sobre el trastorno, sus causas, tratamientos y resultados, el cual demoró cuatro años. Esta historia es tremendamente relevante porque de ella se pueden obtener profundos aprendizajes frente a las nuevas problemáticas que enfrenta la salud mental de nuestros niños y jóvenes y,  por supuesto, sobre las tendencias que avanzan en contra de la evidencia.

En los últimos meses, en nuestro país se dio el debate respecto al Programa de Acompañamiento a la Identidad de género (PAIG), que si bien logró ser aprobado, ahora se le exige contar con el consentimiento de los padres o tutores legales. Ahora bien, no se debe olvidar que el mismo proyecto se fundamenta sobre la Ley de Identidad de Género, cuyo segundo artículo define que su objetivo es la rectificación de la partida de nacimiento (Comisión Investigadora 26 de agosto 2024), iluminando las intenciones a largo plazo detrás del programa. A ello se le suma que el 2 de diciembre de este año, se ingresaron dos requerimientos al Tribunal Constitucional solicitando la inconstitucionalidad de la glosa del Ministerio de Salud que prohíbe el financiamiento para hormonas y cirugías a menores de edad.

«Esta discusión en nuestro país está recién comenzando. Sin embargo, algunos políticos y activistas han logrado avanzar rápidamente en su agenda ideológica y es evidente que seguirán insistiendo en su robustecimiento»

Si se considera que en países como Inglaterra se está retrocediendo en estas prácticas, mientras que nuestro país existe una clara intención por avanzar en contra de la tendencia global, se hace muy necesario precisar en lo que ya se experimentó en el país anglosajón. Como se introdujo, este debate se inició en Gran  Bretaña cuando el NHS se percató de un aumento inusual en la prevalencia de la disforia de género, alzando alarmas sobre la laxitud de las políticas públicas frente a la prescripción de bloqueadores puberales y cirugías a menores de edad. Para hacerse una idea, en 2009 la tasa de niños que consultaban por dicha disconformidad era inferior a 1 por cada 10.000 personas, la que en 2021 aumentó a 14 por cada 10.000. Con esto, también llamó la atención los cambios profundos que sufrió el fenómeno entre 2014-2015, momento en que la tasa femenina duplicó a la masculina.

Lo interesante de esto, es que no sólo se invirtió el ratio de género, sino también las características y los síntomas. Estudios han mostrado que antes, la disforia tendía a presentarse en niños (nacidos varones) en edad prescolar, y generalmente los padres reportaban una discordancia visible en su hijo entre su sexo biológico y su autopercepción. Ahora, la tendencia es totalmente distinta. Los principales sujetos de consulta tienden a ser niñas (nacidas mujeres) en la pubertad (De Graaf, 2018). A diferencia de lo que se acostumbraba, sus padres reportan que nunca habían visto sintomatología de discordancia con su sexo asignado. Además, estos casos tienden a mostrar otros trastornos psicológicos y autolesiones antes de la disforia. Casi el 70% tiene alguna amiga que se identifica como trans, y este malestar tiende a surgir luego de que las jóvenes se integran a las redes sociales y comienzan a pasar largas horas en internet (Littman, 2018). En este sentido, la doctora Lisa Littman describió lo que se denomina como «transición de inicio rápido», para referirse a aquellos jóvenes que reportan sufrir de disforia «de la nada» o sin un relato coherente con su historia vital, y que también responden a algunas características de «contagio» con sus pares. 

Al contrario de lo que la literatura ha ido esclareciendo, la discusión muchas veces se reduce a que la solución para tratar el sufrimiento de estos pacientes es el cambio de sexo. Sin embargo, no existe evidencia para asumir la efectividad de las terapias afirmativas en la disforia (Taylor et al, 2024). Por el contrario, existen datos que permite concluir que muchos casos desisten al tratarse las causas premórbidas a la disforia (es decir trastornos de base como depresión, ansiedad, Trastornos de Personalidad o Trastornos del Espectro Autista, entre otros) (Heathcote et al, 2024).              

Con todo esta discusión en nuestro país está recién comenzando. Sin embargo, algunos políticos y activistas han logrado avanzar rápidamente en su agenda ideológica y es evidente que seguirán insistiendo en su robustecimiento. Por estas razones, es urgente que como sociedad insistamos en frenar semejantes fuerzas, al menos hasta tener mejor información al respecto. Chile está arriesgando entrar en una senda cuyo paradero no tiene salida y los efectos de ello pueden ser dramáticos e irreversibles.