El delirio institucional del feminismo de género
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Publicado en El Mostrador, 23.07.2016El Gobierno ingresó la esperada reforma a la educación superior sin haber tomado en cuenta las innumerables críticas que se le habían hecho a sus propuestas antes «socializadas». Ante esta situación, vale recordar que, durante este primer semestre, el ex-Rector de la universidad más importante del país, la Universidad de Chile, ha enviado un sinnúmero de cartas a diferentes medios escritos criticando la reforma. Su crítica apunta a la ya famosa «gratuidad universal» y, más específicamente, a denunciar clara y acertadamente «el crimen» del Estado tras esta reforma: el abandono en que deja a los niños de Chile a través de sus malas políticas, u omisión de ellas, perjudicando especialmente a los más pobres y desposeídos.
Este un tema que ya está en la opinión pública. La ciudadanía se ha concientizado luego de la publicación de diversas desgracias ocurridas en el Servicio Nacional de Menores, las que han revelado su escandalosa falta de recursos y mala administración. Y el ex-Rector Víctor Pérez no se ha dejado estar. Sin embargo, llama la atención que el señor Pérez se refiere, en estas mismas misivas, a lo contradictorio de la existencia de políticas que priorizan entregar recursos a universitarios ―muchos de los cuales no los necesitan― en desmedro de los niños tanto del SENAME como de la educación parvularia y escolar ―quienes lo necesitan con extrema urgencia―.
Es sorprendente este accionar del ex-Rector porque esto no era lo que sostenía mientras desempeñaba su rectoría en la Universidad de Chile, justamente cuando ejercía una real influencia en nuestro país y podría haber enmendado la discusión. En esa época, y actuando de manera políticamente correcta ―sumándose a la opinión de la mayoría―, apoyó sin matices las reivindicaciones del movimiento estudiantil del año 2011 y no protegió a los indefensos niños que estaban siendo perjudicados con la famosa gratuidad universal. Es más, hizo caso omiso de esta injusticia hasta que dejó de ser Rector, cuando sorpresivamente cambió de opinión.
Y he aquí la otra desgracia: la de notar cómo nuestros líderes caen bajo el yugo de la «tiranía de la opinión pública» y no alzan la voz cuando más se necesita. Esta «tiranía de la mayoría», ya advertida a principios del siglo XIX por intelectuales franceses e ingleses, se convierte en un sutil y celado despotismo que está llamado a ser la «nueva dictadura» en las democracias contemporáneas y es necesario desenmascararla. El facilismo, «buenismo» y lo «políticamente correcto» no es propio de grandes liderazgos, sino de simples sentimentalismos.
Es entonces, tarea de nuestros líderes, ser políticamente incorrectos y contrarrestar esta celada tiranía, y especialmente cuando ésta perjudica a los niños pobres, quienes no marchan ni reclaman.
Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan las de Fundación para el Progreso, ni las de su Directorio, Senior Fellows u otros miembros.
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