Falacia de los extremos
Señor Director: Solo he votado por Chile Vamos en el pasado, cuestión que no haré este año. Y es que […]
Publicado en La Segunda, 05.08.2020Imagino que Piñera dejará de pedir minutas a los mejores egresados de Ingeniería Civil para entender qué pasa en La Araucanía; u otras, de un día para otro, a primera hora en su escritorio, con toda la información de las embajadas, para terminar cerrando la de Grecia. La nula posibilidad de que Jadue corte relaciones con Cuba contrasta con que “La Regalona” haya sido nuestra representante en Atenas. Y no nombro a Jadue por casualidad. Se vienen tiempos importantes y Jadue, un comunista con confusos dichos racistas, es hoy figura nacional gracias a la UDI. Peleas internas de la UDI hicieron que Jadue floreciera en Recoleta. O sea, además de destruir Pío Nono poniente, inventaron unas de las figuras políticas más radicales del momento.
El gobierno de “los gerentes” colapsó en 1961, el de “los mejores” en 2011 y este en 2020. Ahora que entraron los partidos, esperemos termine la “nueva demagogia” y vuelva el orden político. Y también el ideológico. No entiendo la novedad de las “diferentes corrientes” de la derecha: estaban hasta en mi curso del colegio noventero. Los intelectuales y políticos, eso sí, que repiten como monos porfiados que el liberalismo promueve “átomos” y zombies caminantes asesinos debería reprimirse: es falso y coincide con los rollos del Frente Amplio.
“Lo que el Estado no puede hacer es prohibirnos crear cosas que no dañen a otros, como fundar un colegio”.
Nada más importante para el liberalismo que existan las comunidades: las juntas de vecinos, los gremios, las iglesias, los clubes protectores del Reino Funji y los sindicatos. Todos ellos, con sus propios objetivos, generan también vínculos, historia y sentido a las personas. Además, contrapesan al Estado. Nunca un liberal les pondrá trabas. Lo único que le preocupará es que personas no sean sometidas a esas comunidades. De ahí la frase “primacía del individuo por sobre el colectivo”. Es decir, la dignidad de un abusado sexual (individuo) debe primar por sobre el “bien mayor” de una institución, como una iglesia (colectivo); la de un militante, por sobre la del partido; la de un trabajador, por sobre la del sindicato, y la vida de un niño, por sobre la secta de Colliguay. Que esto signifique no creer en la comunidad es pensar raro, con o sin querer. Habrá que atenerse a mínimos, aunque eso implique archivar un rato a la Virgen María. Además, quién sabe, quizás venga descendiendo.
El Estado debe hacer parques, ordenar ciudades, financiar museos, proteger humedales, ayudar a los necesitados y revisar los cerros invadidos por paltos. Y debe también perseguir a terroristas, violadores de derechos humanos y estafadores, aunque buscando esa responsabilidad en personas, naturales o jurídicas, y no en los inmigrantes, los ricos, los pobres, o en la sociedad, como dijo hace poco un jesuita mareado. Lo que el Estado no puede hacer es prohibirnos crear cosas que no dañen a otros, como fundar un colegio, la última prohibición que nos dejó Bachelet. Además, ¿qué van a hacer los nuevos Waldorf?
Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan las de Fundación para el Progreso, ni las de su Directorio, Senior Fellows u otros miembros.
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