El delirio institucional del feminismo de género
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Publicada en El Líbero, 24.01.2024El lunfardo es el dialecto que hablan los porteños en Argentina. De ahí importamos muchas palabras como piola, afano, trucho, fiaca, bacán, sorete, chorro, malandra, chanta o la tristemente famosa «yuta», que viene del italiano «giusta», con la cual los «atorrantes» del octubrismo insultaban a nuestra policía. A mí me gusta la palabra «chamullo», porque retrata a muchas de nuestras autoridades que se han demostrado eximias en cultivarlo.
En una entrevista de 2022, una socialista decía que «esa caricatura que traía la derecha del Estado como ineficiente es realmente incorrecta». Como soy de derecha, me hice la pregunta si cuando criticaba a la izquierda por querer solucionar todo con más Estado, más funcionarios, más impuestos y más política, era o no una caricatura incorrecta. He sido crítico de las reformas de educación, salud, tributaria y ahora de la previsional, porque estatizan la provisión de servicios públicos con malos resultados. El costo es más caro y los servicios peores que si los hacen los privados (que no son perfectos sino simplemente mejores que la alternativa).
«El proyecto del gobierno nos "afana" el 3% del sueldo, castiga a la clase media, ignora la PGU, encarece el "laburo", debilita el mercado de capitales y empeorará el servicio»
Mi crítica y escepticismo no nacían del prejuicio sino de la experiencia y el conocimiento de ver cómo funciona el Estado, la política y los incentivos de unos y otros, y juzgar esas políticas por sus resultados más que por sus intenciones.
En educación vemos que pasó lo que advirtieron sus críticos. La prohibición del lucro estancó la inversión, disminuyó la competencia, redujo la oferta y no mejoró la calidad. La ausencia de selección deterioró los resultados de todos, porque «el efecto par», o la idea que unos pocos mateos en un curso de 40 porros los mejora a todos era una hipótesis más que un hecho probado (que la realidad ha demostrado que funciona al revés: 40 mateos sí tiran para arriba a pocos porros) y la gratuidad universitaria saldría carísima al contribuyente, desfinanciaría la educación y distorsionaría la toma de decisiones llenándonos de jóvenes NINIS, que ni estudian ni trabajan. Frente a la pérdida de calidad y los magros resultados el ministro sale «chamullando» explicando que la reforma «democratizó» la educación, asimilando democracia con mediocridad e ignorancia, demostrando una vez más la capacidad comunista de degradar la democracia y distorsionar el lenguaje.
En salud lo mismo, el servicio estatal es malo, caro e injusto. El año pasado más de 40 mil chilenos murieron en lista de espera y el gobierno, el INDH, el Sernac, la ANEF y la Super mantienen un silencio macabro. Se imagina la escandalera si eso hubiera ocurrido en el sector privado. El gasto en salud estatal supera por persona a la privada; los funcionarios permiten que sus parientes se salten la cola y las licencias médicas más que duplican a las del sector privado, pero todas las medidas del gobierno apuntan a destruir la salud privada.
La verdad es que este gobierno parece porteño a punta de tanto «chamullo», pensiones vitalicias otorgadas a «chorros», cifras «truchas» de evasión y elusión tributarias, fundaciones «chantas» dedicadas a «afanar» al fisco y ahora una reforma previsional que resulta un «sorete» intragable.
El gran economista Thomas Sowell, decía que toda política pública de izquierda debía enfrentar 3 preguntas, ¿a qué costo? ¿comparado con qué? y ¿qué evidencia existe? Hoy el país enfrenta la madre de todas las batallas, la previsional. Del famoso «modelo», ya destruyeron la educación, que sin ser perfecta mejoraba día a día; el sistema electoral, que sin ser perfecto daba gobernabilidad; la seguridad que sin ser perfecta mejoraba apoyando a los policías y persiguiendo a los «chorros» no al revés homenajeándolos en el Congreso y premiándolos con pensiones vitalicias y ahora quieren destruir el sistema previsional. El proyecto del gobierno nos «afana» el 3% del sueldo, castiga a la clase media, ignora la PGU, encarece el «laburo», debilita el mercado de capitales y empeorará el servicio. Si se somete el proyecto previsional a las 3 preguntas de Sowell se demostrará que es un «chamullo»: carísimo, peor que lo que tenemos y sin evidencia que lo respalde.
Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan las de Fundación para el Progreso, ni las de su Directorio, Senior Fellows u otros miembros.
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