El delirio institucional del feminismo de género
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Publicado en EMOL 25.11.2022Aunque la decadencia de nuestro país sea un fenómeno generalizado, esta se manifiesta con especial crueldad en nuestros liceos estatales, especialmente, en aquellos conocidos como «emblemáticos» gracias a su pasado glorioso, repleto de exalumnos notables y que, hasta no hace mucho, tenían la capacidad de brindar una buena educación a alumnos talentosos de clases medias y bajas de nuestro país, presentándose como notables medios de movilidad social.
Si bien la decadencia de estos establecimientos educativos ha sido compensada por el ascenso de los Liceos Bicentenario, lo cierto es que ninguno de estos colegios ha sido capaz de acercarse a los brillantes resultados que obtenían establecimientos como el Instituto Nacional o el Liceo Carmela Carvajal de Prat, quienes competían con los mejores colegios de Chile hace no más de veinte años.
Por desgracia, la dinámica de tomas y paros en esos liceos —que ha causado que en muchos años el número de clases perdidas sea similar al de las realizadas— ha terminado por matar una fórmula exitosa que no parecía tener fallas: elegir a un grupo selecto de estudiantes y ofrecerles un ambiente de rigor y disciplina que los prepare para ser parte de la élite del país en un futuro. Sin embargo, todo puede ser arruinado en la vida, no existe un diseño institucional que sea capaz de obviar las virtudes de los individuos que integran y dan vida a las instituciones.
«A la cabeza de los liceos emblemáticos están alcaldes de gran expresión mediática y tienen como fin principal el mantenerse en el poder a como dé lugar. Por esta razón, el progreso educativo de los alumnos que asisten a los colegios que sostienen sus municipios nunca será prioridad y siempre dependerá de si es funcional a sus aspiraciones políticas».
No son pocas las razones que buscan explicar este fenómeno de decadencia. Empero, a pesar de su copiosidad, muchas de estas son erradas o insuficientes. En buena medida, porque no son capaces de contestar a esta pregunta: ¿por qué solo se toman los liceos emblemáticos?
Hay algunos que atribuyen la decadencia de estos liceos a la vulnerabilidad de sus estudiantes, pero este no es un fenómeno privativo de los liceos emblemáticos. Son muchos los colegios privados subvencionados por el Estado que presentan similar desafío —incluso mayor en algunos casos— y tienen la capacidad para garantizarle a sus alumnos un calendario académico ininterrumpido.
Lo mismo pasa con quienes cargan las culpas en otros problemas que son comunes a los colegios subvencionados y a otros liceos estatales que no tienen los problemas de los liceos emblemáticos. Buena parte de estos colegios presentan una infraestructura más que mejorable. Las miserables condiciones laborales del profesorado se hacen extensivas incluso en buena parte de los colegios más caros de Chile. Y así suma y sigue.
Lo único que diferencia a los liceos emblemáticos del resto de colegios que son capaces de garantizar condiciones mínimas de educación son sus autoridades. A la cabeza de los colegios privados —reciban o no subvención del Estado— están personas cuyo fin principal es el bienestar de sus alumnos y, por esta razón, velan por el cumplimiento de normas básicas para el funcionamiento de un colegio. A la cabeza de los liceos emblemáticos están alcaldes de gran expresión mediática y tienen como fin principal el mantenerse en el poder a como dé lugar. Por esta razón, el progreso educativo de los alumnos que asisten a los colegios que sostienen sus municipios nunca será prioridad y siempre dependerá de si es funcional a sus aspiraciones políticas.
Los alcaldes que sostienen los liceos emblemáticos tienen todos los incentivos para actuar de modo irresponsable en materia educativa y los directores de los liceos solo se mantienen en sus cargos en la medida que sean funcionales a sus jefes políticos, baste ver el tiránico y caprichoso actuar de la edil de Santiago Irací Hassler contra los exrectores del Internado Nacional Barros Arana y el Liceo Darío Salas.
Si la máxima autoridad de un colegio subvencionado es la causante del derrumbe institucional de su establecimiento, difícilmente podrá conseguir un empleo de similar naturaleza en el mercado educativo. En las mismas circunstancias, si esa máxima autoridad es un alcalde puede llegar a ser ministro del Interior inclusive. Por eso estamos como estamos.
Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan las de Fundación para el Progreso, ni las de su Directorio, Senior Fellows u otros miembros.
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