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«Por la moral, por la moral, por la moral» Publicado en El Mercurio, 03.08.2024

«Por la moral, por la moral, por la moral»

La Revolución de Octubre (1917) donde los comunistas tomaron el poder en Rusia, no fue contra el Zar, fue contra la naciente democracia rusa a la que denostaron por burguesa. Lenin, financiado por los alemanes, (que además lo transportaron desde su exilio en Suiza a Rusia), traicionó a su patria, destruyó su democracia, tomó el poder, después se rindió a los alemanes y en el tratado de Brest Litovsk (1918), les pagó el favor y les cedió 1/6 de La superficie europea incluyendo Ucrania. 

«Aliarse con el Partido Comunista era una inmoralidad, omitirse para que llegaran al Congreso era una inmoralidad, nombrarlos ministros era una inmoralidad (...) y hoy nominar como candidato a gobernador a un “soldado de Maduro” y mantenerse aliados con los que respaldan un fraude electoral es una inmoralidad»

Chávez intentó un golpe de Estado, cayó preso, una vez libre, salió elegido con la misma cantinela de corregir la corrupta democracia venezolana. Creó una Asamblea Constituyente, disolvió el Congreso, suspendió elecciones, se robó y expropió todo lo que se movía, capturó el poder judicial y el órgano electoral y se perpetuó con el poder. Todo eso con el apoyo de un sector amplio de la izquierda chilena.

El guion de como terminan las democracias está escrito y se ha ejecutado una y mil veces. Basta unir los puntos de lo que vivimos en Chile. Un grupo de jóvenes auto declarados puros y moralmente superiores, se alzaron en contra de la «corrupta» democracia de los acuerdos. Bajo el lema de «No + AFP» y «No son 30 pesos, son 30 años», se organizó una insurrección que arrasó con todo a sangre y fuego. Cuando el gobierno trató de poner orden lo acusaron de violaciones a los DDHH, se querellaron criminalmente, lo acusaron constitucionalmente y le impusieron una  Asamblea Constituyente que produjo un guion bolivariano y que fracasó, gracias al voto obligatorio. Y como siempre ocurre, la pureza terminó en codicia, los principios se resignaron a la ambición y la superioridad moral se rindió ante la naturaleza humana y fue arrollada por la corrupción y la desidia.

La verdad es que son los pueblos los que derrocan dictaduras no los comunistas, ellos destruyen democracias. Ni en la Revolución cubana contra Batista lo hicieron. La revolución la hizo el pueblo y Fidel una vez en el poder salió del closet y se declaró comunista. Por eso que es tan peligroso aliarse con ellos.

Parafraseando a Sir Winston, este gobierno y su presidente hacen lo correcto después de haber intentado todo lo demás. Ahí están los tratados de libre comercio, donde partieron rechazándolos después tratando de cambiarlos y terminaron firmándolos. Lo mismo con la seguridad que partieron refundando Carabineros y ahora les falta hacer campaña en radiopatrullas. Incluso con la famosa obligatoriedad del voto, sacaron todos los trucos del sombrero hasta que a regañadientes y tímidamente terminaron haciendo casi lo correcto. Desde Bachelet II, que la izquierda en Chile se dedica a transformar princesas en sapos. Lo hizo con el sistema electoral, la educación, la salud, los impuestos y ahora quiere hacerlo con las pensiones. Es hora que la derecha aprenda y no ceda porque que al final la izquierda razonable –una vez que ha intentado todo lo demás– atina.

Ahora el presidente Boric ha dicho que se siente obligado moralmente a exigir transparencia a Venezuela. Finalmente le «cayó la teja» y sitúa el problema donde está. En el terreno de la moral. No hay que esperar las actas como dice Bachelet con total cinismo, para condenar a Maduro. Si esa elección se la robaron mucho antes, desde que capturaron políticamente el servicio electoral, hasta que le prohibieron competir a la candidata de la oposición (nota aparte merece Bachelet que estuvo a cargo de la ONU mujer y no ha sido capaz de solidarizar con Corina Machado, ¿dónde quedó la sororidad?). Pero la inmoralidad no empieza ni termina en la elección venezolana. Aliarse con el Partido Comunista era una inmoralidad, omitirse para que llegaran al Congreso era una inmoralidad, nombrarlos ministros era una inmoralidad, apoyar el texto constitucional de Rojas Vade era una inmoralidad, y hoy nominar como candidato a gobernador a un «soldado de Maduro» y mantenerse aliados con los que respaldan un fraude electoral es una inmoralidad. Ahora que vienen las elecciones, vamos a ver qué es más fuerte si la moral o el poder. No en vano Fidel dijo en el Estadio Nacional (1971) «por la moral, por la moral, por la moral».

Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan las de Fundación para el Progreso, ni las de su Directorio, Senior Fellows u otros miembros.

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