La izquierda a camarines
La candidata comunista y gobiernista perdió en hombres y mujeres, en viejos y jóvenes, en ricos y pobres, en Santiago […]
Publicado en La Segunda, 24.09.2025
Publicado en La Segunda, 24.09.2025 Son comunes las invectivas contra quienes resaltamos la importancia del derecho de propiedad. ¿Privilegias la propiedad por sobre decidir sobre tu cuerpo? Qué fuerte, dicen. La creencia, la artimaña lógica, consiste en suponer que uno, el «neoliberal», prefiere la plata por sobre la vida; el Lexus por sobre la situación del prójimo. Sin embargo, solo un mesiánico, un iluminado, podría creer algo así. Solo un narciso de la bondad podría convencerse de que sólo él y sus símiles —por no decir sus seguidores— defienden la vida del prójimo por sobre los dólares de los ricos, mientras que los demás —los «neoliberales»— defendemos a esos ricos antes que preocuparnos por los pobres. Pero en eso estamos, en un mundo donde los narcisos de la bondad abundan, y ad portas de cumplir seis años de ese infame 18 de octubre, fecha en que los narcisos florecieron como plaga.
«¿Imaginan el control de la importación y la fabricación de tecnología audiovisual? Eso hacía Allende para controlar la prensa. ¿Se imaginan la expropiación fácil de una concesión de televisión? Eso hizo Chávez con RCTV. Y Boric decía años después que allá existía libertad de prensa».
Sus pseudoteorías, tejidas bajo parrones ñuñoínos y departamentos céntricos, terminaron canalizadas en una Convención Constitucional que condensó todo ese disparate irracional, incluido también el socialismo bolivariano. Ahí mismo se pensó al famoso derecho de propiedad: había que debilitarlo en pos de la bondad y, por lo tanto, para expropiar, había que aplicar el precio justo y no el de mercado.
No importaba que el sistema de expropiación funcionara. Ni que se hubiesen construido carreteras y hospitales con expropiaciones claras y poca judicialización. Nada de eso importaba, por lo que Fernando Atria y sus secuaces desplegaron todos los sofismas posibles para cambiarlo. Obvio, ellos querían justicia; el resto, malicia. Ellos, y sus ovejas laicas y constituyentes, repetían torcidamente sus nobles intenciones y alguna que otra jurisprudencia comparada —que habría sido completamente inútil en ese nuevo Chile plurinacional—. En fin, para ellos expropiar debía ser más fácil y a precio justo, eliminando la seguridad del pago al contado por ese daño patrimonial causado.
¿Imaginan la expropiación fácil de simples radiotransmisores? ¿Imaginan el control de la importación y la fabricación de tecnología audiovisual? Porque eso hacía Allende. ¿Y lo hacía porque le gustaban esos negocios? No, porque quería controlar la prensa. ¿Se imaginan la expropiación fácil de una concesión de televisión? Eso hizo Chávez con RCTV, el canal más importante de Venezuela en 2007. Y, sin embargo, Boric decía años después que allá existía libertad de prensa. ¿Imaginan amenazas de expropiación o prohibir un negocio? Eso hacían, y eso hizo Trump: amenazar con violar el derecho de propiedad. Con razón quienes creen en la libertad lo criticaron. ¿La izquierda criticó a Chávez o Allende? No. A Allende lo tienen canonizado.
Lamentablemente para estos bondadosos, esa es el máxima: un derecho de propiedad fuerte es condición necesaria para vivir en libertad, democracia y paz.
Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan las de Fundación para el Progreso, ni las de su Directorio, Senior Fellows u otros miembros.
La candidata comunista y gobiernista perdió en hombres y mujeres, en viejos y jóvenes, en ricos y pobres, en Santiago […]
Publicado en La Segunda, 24.09.2025En el último debate de Anatel, la candidata oficialista, Jeannette Jara (PC), mencionó que María Corina Machado, principal opositora a […]
Publicado en La Segunda, 24.09.2025Quienes hoy formamos parte de «las nuevas generaciones», ya sea aquella cohorte compuesta por los mayores de la generación Z […]
Publicado en La Segunda, 24.09.2025«El progreso es imposible sin cambio, y aquellos
que no pueden cambiar sus mentes,
no pueden cambiar nada»