El delirio institucional del feminismo de género
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Publicada en El Mercurio, 14.01.2024Señor Director:
Mario Waissbluth, tal como es su costumbre, utiliza tácticas discursivas que nada tienen que ver con la discusión o distorsionan la realidad. Esta vez dice que las vacas son vacas, cuando nadie les ha preguntado y, además, se queja de que yo habría atacado «al mensajero en vez del mensaje», lo que no hace sino más que sumar otra «falacia», porque no dije absolutamente nada de su persona.
«Mario Waissbluth dijo que la educación pública no había empeorado, lo que es falso. Dado que en su respuesta no dijo nada, entonces al parecer se dio cuenta de que empeoró».
Lo primero que dijo él es que la educación pública no había empeorado, lo que es falso. Dado que en su respuesta no dijo nada, entonces al parecer se dio cuenta de que empeoró. Lo segundo que retruqué es que, según él, los colegios emblemáticos fueron destruidos solo por los «overoles blancos». Dado que en su respuesta no dijo nada, entonces al parecer se dio cuenta de que fueron destruidos paulatinamente por la crisis de autoridad; el ranking-no-ranking; y el fin a la selección. Los «overoles blancos» aparecieron al final y sí terminaron por destruir esas comunidades educativas. Todos estos hechos y diferentes políticas públicas —menos los «overoles blancos»— fueron apoyados a ciegas por Waissbluth y sus seguidores más ciegos de Educación 2020.
Waissbluth ahora dice que los rankings escolares son buenos para considerarlos en el sistema de admisión universitario, algo en lo que coincidimos —lamentablemente para él y su bondad infinita, ya que no pueden creer en otras personas que no se crean ni griten que son bondadosas—. Ahora, que muchas universidades lo hayan tomado voluntariamente en un tiempo remoto no importa nada, porque el problema acá es otro: el «ranking» que las universidades tuvieron que utilizar de forma obligatoria —si es que adherían al sistema único y centralizado de admisión—, no era un ranking como podría haber sido.
Se les insistió, una y otra vez, que estaba mal porque sobreponderaba el NEM. No hicieron caso y los colegios emblemáticos sufrieron fugas de alumnos —hoy ha sido perfeccionado en algo, pero insuficientemente—. Pero, bueno, volvamos a lo que discutíamos acá: las «falacias» de Waissbluth no se desmintieron y el «apartheid educacional» (ridículo término que Waissbluth utiliza ahora, y a cada rato, para hablar de Chile), gracias a sus ideas, ha empeorado. Los que sufren estas consecuencias, como siempre, son los más pobres. Bravo por don Mario.
Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan las de Fundación para el Progreso, ni las de su Directorio, Senior Fellows u otros miembros.
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