Gracias Pelao Vade, gracias Carolina Tohá
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Publicado en La Segunda, 03.11.2017
Publicado en La Segunda, 03.11.2017 En 2014, frente al impulso refundacional del segundo gobierno de Michelle Bachelet, el historiador Niall Ferguson decía que Chile estaba ejerciendo su derecho a ser estúpido. El británico, que vindica lo que él considera las «killers apps» del desarrollo occidental, apuntaba a que estábamos volviendo a la senda del permanente atraso latinoamericano. Como quien despierta de sopetón de una fantasía, los chilenos ya no éramos los «jaguares» ni «el mejor alumno de la clase», sino un país que, como el resto del continente, estaba entrampado en el realismo mágico.
¿podemos considerar a América Latina como parte de Occidente?
Mi duda frente a las tesis de Ferguson, quien visitará nuestro país la próxima semana para participar del 5° aniversario de Fundación para el Progreso, es si Latinoamérica alguna vez ha sido una región efectivamente occidental. Es decir, ¿podemos considerar a América Latina como parte de Occidente? ¿Hemos tenido economías y sistemas políticos competitivos, descentralizados, basados en el respeto al derecho de propiedad y la ética del trabajo? Tengo serias dudas al respecto.
Ferguson, parafraseando a Adam Smith, dice que Occidente ha entrado en un estado estacionario donde predominan un capitalismo clientelista y una burocracia parasitaria Creo, en ese sentido, que, a nivel latinoamericano y con ciertos matices, siempre hemos estado en un estado estacionario como región. Nunca hemos logrado salir del subdesarrollo porque nunca hemos logrado adoptar, de manera efectiva e internalizada, las claves que impulsaron el desarrollo occidental. Eso, aunque tengamos recursos naturales como petróleo o cobre, o élites muy ricas y en algunos casos ilustradas.
Así, podemos tener riquezas y recursos, alcanzar incluso condiciones opulentas en algún momento dado, y sin embargo siempre estamos al filo del subdesarrollo, del retorno del perfecto idiota latinoamericano, del populismo, la demagogia, el caudillismo militar, el estatismo y el rentismo parasitario a todo nivel. Ahí está el ejemplo más fehaciente de una Venezuela rica en petróleo que, sin embargo, a pesar de haber sido opulenta en algún momento, hoy está sumergida en una serie de miserias sociales, políticas y económicas que la acercan más al subdesarrollo africano. ¿Qué pasa en Chile en ese sentido? Creo que es una pregunta que Ferguson no podría responder, pero nosotros deberíamos considerar.
Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan las de Fundación para el Progreso, ni las de su Directorio, Senior Fellows u otros miembros.
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