El milagro de Milei
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Publicado en El Libero, 20.03.2020Una de las cosas que deberían haber llamado la atención después del 18-O —fuera de los sinnúmeros de graffitis en las calles, violencia y performances escatológicas varias— es el uso trastocado del lenguaje y de los significados nuevos que le otorgamos a ciertos conceptos. Entender cómo el lenguaje cambia es de suma importancia, no solo para fines lingüísticos, sino que además por el hecho de que aquellos cambios reflejan transformaciones culturales e ideológicas profundas en las sociedades que no deben ser ignoradas.
Es aquí —en el lenguaje trasformado— donde quisiera llamar la atención respecto a los carteles que han poblado las distintas ciudades del país y que han sido expuestos en varios negocios familiares con el mensaje 'no somos capitalistas, somos un negocio familiar'. Chile ya había experimentado aquel fenómeno cultural de reinterpretación del lenguaje en el 2011 bajo la idea de 'No al lucro', en donde el lucro dejaba de tener relación con su raíz latina lucrum (ganancia que se saca de algo) para representar el abuso y la utilidad 'mal habida' o derivada de una situación antiética. De la misma manera, el concepto de 'no somos capitalistas' trata ahora de hacer una reinterpretación denostativa de lo que significa hoy ser capitalista en Chile.
Resulta hoy, más imperioso que nunca, el unir fuerzas entre intelectuales, empresarios y defensores del libre mercado para salvar el capitalismo chileno de los capitalistas.
Si bien el objetivo inmediato de tal mensaje es el de zafar y evitar la ola de saqueos y violencia que han sido desatadas en los centros neurálgicos del país; y si bien dicho mensaje además posee una contradicción lógica (un dueño de un local comercial que posee bienes y genera utilidades no puede dejar de ser, ex nihilo, un capitalista, por más carteles que ponga para tratar de negarlo); este mensaje, plasmado en negocios familiares, es sumamente preocupante y su significado y simbolismo deberían ser materia de reflexión para el empresariado nacional. Es importante entender este fenómeno lingüístico para el futuro y sustentabilidad del capitalismo en Chile.El hecho de que exista un cierto grupo de empresarios familiares que traten de separarse del grupo de grandes capitales chilenos —como si estos tuviesen lepra— da luces alarmantes de lo que ha sucedido en Chile con los empresarios en la última década. Apelar a que ciertos negocios son familiares y, por ende, supuestamente no capitalistas, como si el tamaño y la composición societaria fueran suficientes para garantizar que no hubiese abusos y con el objetivo de proteger sus capitales y propiedad de los saqueos, arroja luces sobre el grave proceso de descomposición cultural que han sufrido los empresarios y las grandes empresas.
Que la violencia se haya canalizado contra las grandes empresas y contra ciertos sectores económicos no es casualidad. Solo en esta última década cadenas de supermercados han sido sancionadas por casos de colusión; también farmacéuticas fueron multadas por haber faltado a la libre competencia, papeleras del país fueron condenadas por colusión en el mercado del tissue y un largo etcétera de cuestionables prácticas empresariales. Dichas detestables prácticas —enarboladas y hasta normalizadas por muchos de nuestros empresarios— han terminado por degradar y corromper la cultura y la simbología de lo que significa ser capitalista en Chile. Hoy, lamentablemente y debido a estas prácticas, el capitalismo ya no se asocia a un sistema de oportunidades y de cooperación, sino más bien a un sistema de abusos y rapiña. Pasamos del capitalismo para todos, al capitalismo para pocos.
Este paradójico cambio simbólico de lo que significa ser capitalista, sugiere que, a nivel cultural, los empresarios han dejado de ser los 'héroes de la película' del desarrollo económico, para convertirse en los 'villanos' a los cuales les ha llegado su hora. Finalmente, aquel inocente cartel de 'no somos capitalistas' se podría transformar en el posible prólogo del fin del capitalismo nacional, debido a que el libre mercado ha sido estrangulado en manos de inescrupulosos que se han escondido bajo el alero del capitalismo. Resulta hoy, más imperioso que nunca, el unir fuerzas entre intelectuales, empresarios y defensores del libre mercado para salvar el capitalismo chileno de los capitalistas.
Lamentablemente en el 2011 los empresarios hicieron oídos sordos a las sutilezas del lenguaje y a las amenazas que sugerían el paradigmático cambio semántico respecto al lucro. Hoy el mensaje ha sido bastante menos sutil, pero este nuevo cambio del lenguaje continúa sugiriendo posibilidades de enmendar el rumbo. ¿Podrán los empresarios en Chile mejorar sus prácticas y así poder salvar el capitalismo chileno de ellos mismos?
Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan las de Fundación para el Progreso, ni las de su Directorio, Senior Fellows u otros miembros.
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